Por Vidal Mario* - El pasado domingo 24, con actos políticos que se realizaron en todo el país, se recordó el golpe militar que derrocó a Isabel Perón.

El pasado viernes 29, se cumplieron 62 años de otro golpe cívico- militar. Pero de éste episodio nadie se acuerda. Fue el que derrocó al presidente Arturo Frondizi.

Este, ya anteriormente había sido acosado por más de veinte intentos de golpes militares y crisis políticas, ante algunas de las cuales a veces tuvo que ceder para evitar males mayores.

A decir verdad, ya desde su primer día de gestión el Ejército ejerció una estricta “vigilancia” sobre su gestión.

Le obligaron a aplicar el Plan Conintes, a abandonar su alianza con el peronismo, a reformar el Código Penal, a prohibir al partido comunista, y a intervenir provincias.

Sus opositores civiles a su vez lo acusaban de: “hambrear al pueblo”, “duplicidad y maquiavelismo”, “clerical”, “procomunista” (por haber recibido secretamente al Che), “entreguismo y sumisión a los intereses extranjeros”, y “corrupción organizada”.

En determinado momento, incluso pasó por la cabeza de más de uno la idea de matarlo.

Un brigadier de apellido Cayo Alsina llegó a decir: “Frondizi no tiene ya nada que hacer. Lo mandos ya sólo están considerando si lo mandan a la Chacarita o a la Recoleta”.

El disparador del golpe que sacó de la Casa Rosada al correntino y líder de la Unión Radical Intransigente (UCRI) fue el triunfo que en los comicios del 18 de marzo anterior el peronismo había obtenido en Buenos Aires y en otras provincias.

No me suicidaré

Eran tan serias las amenazas contra su integridad física, que el 27 de marzo de 1962 envió una carta a quien en ese momento era presidente de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), doctor Alfredo García.

A éste le pidió que la difundiera públicamente “en caso que se me eliminara físicamente o se me hiciera prisionero”.

Como esto último fue lo que sucedió, posteriormente su mensaje fue difundido a todo el país

Allí, Frondizi decía:

“Los hombres que el destino señaló para servir a la causa del pueblo sufrieron siempre los peores embates. Tengo presentes el suicidio de Alem, la tentativa de asesinato de Lisandro de la Torre y su posterior suicidio. A Yrigoyen lo dejaron solo.

Tengo la firme decisión de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir. No me suicidaré, no me iré del país, no cederé.

Permaneceré en mi puesto. Ratifico mi irrenunciable determinación de no renunciar, sino de permanecer en el gobierno hasta que me derroquen por la fuerza.

Quieren mi renuncia. Con mi renuncia se prepara una parodia institucional sobre las bases de una democracia restringida que excluya a todos los sectores populares y, como consecuencia ineludible, una despiadada represión contra el pueblo.

Esta es, por lo tanto, la razón fundamental de mi obstinada y tenaz negativa a renunciar a mi cargo, o terminar con mi vida.

Quienes se atrevan a sacarme del gobierno por la fuerza o a eliminarme físicamente, deberán asumir ante la historia la responsabilidad de haber desatado en la Argentina la represión popular y su inevitable consecuencia: la guerra social.

Este episodio de hoy es la culminación de un largo proceso a través de cuyo desarrollo mi gobierno libró un incesante combate entre la legalidad y el despotismo, entre la paz social y el caos, entre el desarrollo del país y el colonialismo”.

Golpe con apoyo civil

Lo sorprendente fue que conocidos líderes políticos apoyaron el golpe, entre ellos nada menos que Ricardo Balbín, presidente de la Unión Cívica Radical del Pueblo.

El 21 de marzo, éste declaró que la gestión de Frondizi era “lesiva para los intereses vitales del país”.

Otro que fomentaba su alejamiento era el anciano líder socialista Alfredo Palacios, quien el 1º de octubre de 1958, a sólo seis meses de asumir, ya había reclamado su renuncia.

Inclusive, el doctor Arturo Illía aceptó su derrocamiento como legal, como si un golpe de estado militar para terminar con un gobierno constitucional fuera legal.

A la cabeza de todos esos enemigos civiles estaba Perón, quien desde Puerta de Hierro maniobraba contra él.

Un día, hablando sobre un acuerdo que había firmado con él (un acuerdo que incluía un manto de olvido sobre todos los crímenes cometidos porelgobierno de Perón), le dijo a Jorge Antonio:

“Si Arturo Frondizi cumple con el pacto, las próximas elecciones habrán de realizarse con nuestra presencia. Si no cumple, durará en el poder muy poco tiempo. Dos o tres años en todo caso. Fatalmente, caerá por su propio comportamiento”.

Siguió diciéndole:

“Los dos pájaros de esta historia son lo suficientemente tenebrosos como para que nosotros tengamos el mayor cuidado en eliminarlos.

Uno es Ricardo Balbín. Éste, por aquella incondicionalidad suya al régimen de Aramburu, no hubiera vacilado en su momento en masacrar al pueblo en la primera oportunidad y con cualquier excusa.

Al presidente Frondizi, el otro tenebroso, también lo habremos eliminado, pero serán los suyos mismos quienes lo derroquen”.

Sobre estos dichos de Perón, Jorge Antonio declaró:

“Estábamos en plena guerra con el régimen de Frondizi. Debíamos eliminarlo antes que nos eliminara a nosotros e impidiera una salida honorable para la Nación”.

El fin

A las 7 de la mañana del 29 de marzo de 1962, en su dormitorio de la residencia presidencial, Frondizi preparó sus cosas.

En medio de gran tensión emocional, iban desfilando por ese lugar amigos, colaboradores y miembros de la juventud de la UCRI, para darle el último adiós como Presidente.

La última en despedirse de él fue su esposa, Elena Faggionato. Luego caminó, en medio de una multitud que entonaba el Himno Nacional hacia el auto que lo esperaba.

A las 7,30, custodiado por el jefe de la Casa Militar, lo llevaron detenido a la Isla Martín García, donde permaneció hasta el 3 de marzo de 1963, para después ser trasladado al sur, a Bariloche.

En total estuvo preso, sin juicio, dieciocho meses.

(*) Periodista. Escritor. Historiador.


COMPARTIR