BAUTISMO DEL SEÑOR Ciclo B (10/01/21)

Is 55, 1-11; Is (Sal) 11, 2-6; 1-Jn 5, 1-9; Mc 1, 7-11

Al encuentro de nuestra identidad personal-social

Haber encontrado la identidad personal-social, ubica a la persona en relación mundo y a su futuro, da amplias perspectivas a su libertad y, la previene de quedar atrapada en el conjunto que le va quitando autonomía personal y la hace vulnerable respecto de los demás. Esta conquista es fruto de la búsqueda, el esfuerzo personal y la presencia de Dios en la historia de cada uno, que le revela al ser humano su vocación y su proyecto de futuro; pero es bueno destacar, que esto no es algo “mágico”, Dios siempre cuenta con nuestra apreciada colaboración.

En la celebración del bautismo de Jesús, se manifiesta “quién es” y “cuál es el sentido de su vocación”, que se resumen en las últimas palabras del Evangelio de hoy: “Y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. Detengámonos en esta imagen que nos relata el texto, porque en la misma encontraremos una orientación para situarnos en nuestro propio proyecto personal.

Para que tengamos esa experiencia, es necesaria la acción de Dios por medio de su Espíritu. En este sentido, se expresa en el mismo texto citado: “En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma (…)”. El Espíritu revela y explicita la identidad personal, suscita la vocación de toda persona y la pone de cara a la misión en el mundo.

El comentario siguiente explica el sentido de la misión de Jesús: “Éste es mi Hijo amado: el que pasa hambre y alimenta a muchedumbres innumerables, el que se fatiga y rehace las fuerzas de los fatigados, el que no tiene dónde reclinar su cabeza y lo gobierna todo con su mano, el que sufre y remedia todos los sufrimientos, el que es abofeteado y da la libertad al mundo, el que es traspasado en su costado y arregla el costado de Adán” (Sermón de san Hipólito). Acá vemos con claridad lo que suscita el Espíritu en la vida de Jesús, cómo cualifica su vocación y caracteriza su tarea pastoral.

También en nosotros, el Espíritu hace resplandecer nuestra identidad de hijos de Dios, porque verdaderamente lo somos y estamos llamados a sentir esa vivencia interior. Es el fundamento y la fuente de donde surge lo más noble en la persona y la fuerza para nuestro compromiso, por eso, es necesario volver siempre a este punto de referencia existencial, para sentir y alegrarnos de lo que somos. ¡Qué nadie nos quite el gozo de ser hijos de Dios! ¡Qué nos sintamos movidos por el Espíritu a vivir intensamente nuestra vocación!

De otra manera, se puede explicitar lo dicho poniendo la vocación en relación con la misión que nos toca a cada uno. Porque “la misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy ‘una misión’ en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como

marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás (...)” (Evangelii Gaudium, 273).

¿Sentimos esa resonancia interior que produce el Espíritu? Lo que hacemos, ¿es expresión de esa vivencia?

· Identidad personal-social: convicción y seguridad para actuar

Haber encontrado nuestra identidad personal-social es un enorme logro en la experiencia de fe. El bautismo que recibimos nos hace sentir con mucha fuerza lo que llevamos dentro nuestro, y nos impulsa a realizar con valentía la misión que tenemos; lo que expresa el profeta Isaías, se puede aplicar a este aspecto: “Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones (…). No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente.

Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley”. La sociedad actual reclama nuestra presencia activa, para que expongamos con claridad, ideas munidas de la verdad auténtica. Ante la confusión que vemos cotidianamente, es urgente esta tarea para esclarecer el rumbo a seguir, en momentos marcado por el drama, la incertidumbre y la diversidad de pensamientos.

Esa convicción y seguridad es muy importante para no cejar ante la prepotencia de ciertos discursos con “pretensión hegemónica”, que desde hace tiempo no faltan en nuestra sociedad.

La identidad que nos da el bautismo nos otorga mucha capacidad de autodeterminación y contar con criterios y opinión formada sobre temas que nos incumben a todos. Esto nos previene de todo intento de “alinearnos”, para que seamos “funcionales” a algunas propuestas que hoy buscan imponerse para provocar cambios, no siempre para el bien de las personas.

En las instancias donde se opina y decide en nuestra sociedad, ¿no se espera de las personas una mayor convicción personal, mejor presentación argumentativa basada en la verdad y más firmeza para defender a conciencia las ideas a quienes les toca hacerlo? Pensemos en los debates y discusiones de estos últimos meses: cuestiones sanitarias, programas sociales, orden institucional, ley del aborto; y muchos otros temas.

No dejemos de tener una opinión formada sobre estos apectos y sepamos exponerla propiciando espacios de dialogo, superando aquello que intenta subyugarnos.

¡Qué el Espíritu nos ayude a conocer más a fondo nuestra identidad y a expresarla con convicción y fuerza argumentativa!

Pbro. Alberto Fogar

Párroco Iglesia Catedral

(Resistencia)


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