Hace 160 años, el 13 de abril de 1865, cumpliendo órdenes de aquel loco de la guerra con sueño de gigantismo que fue Francisco Solano López, soldados paraguayos invadieron territorio argentino.
Lo hicieron asaltando la capital de Corrientes e invadiendo otras ciudades de la provincia. Antes hicieron lo mismo con el Brasil, donde también invadieron y ocuparon ciudades de la zona del Matto Grosso.
La ocupación de Corrientes duró dos meses. El 12 de junio siguiente, la flota paraguaya fue destrozada por la armada brasileña en la batalla del Riachuelo, y los invasores tuvieron que retirarse.
Con esta acción naval comenzó el bloqueo aliado contra Paraguay, que duró toda la guerra.
Testigo presencial de estos acontecimientos fue el cordobés Santiago Derqui, docente universitario, periodista, legislador y ex presidente de la Confederación Argentina.
Ejerciendo su profesión de abogado, desde 1860 vivía en Corrientes con su esposa, la correntina Modesta Cossio y Lagraña. Sus hijas Josefina, Modesta y Dolores vivían con ellos. Sus dos hijos varones, Santiago y Manuel, estudiaban en el extranjero.
El “Marqués de Olinda”
A comienzos de noviembre del año 1865, hizo escala en Corrientes el gigantesco barco mercante brasileño “Marqués de Olinda”, con centenares de pasajeros a bordo. El comandante, Souto, bajó a saludar al ex presidente argentino.
Derqui escribió: “Fui tratado con la más fina atención y obsequio por el capitán del “Olinda”, un sujeto de primera clase, como que pertenece a la Marina Imperial de Guerra”.
El 15 de ese mismo mes, Derqui recibió noticias de que por orden de López y mientras navegaba por aguas territoriales paraguayas, el referido buque había sido atacado y secuestrado, lo mismo que la totalidad de sus tripulantes y pasajeros.
A todos, incluyendo al nuevo gobernador del Matto Grosso, Carneiro Campos, se los tragó la tierra. Inútiles fueron los esfuerzos de Derqui por tener noticias de Souto.
Escribió:
“Nada he podido saber del excelente señor Souto, comandante del “Marques” de Olinda”, prisionero en el Paraguay. Por más que lo he averiguado con avidez, no sé si está preso bajo de guardia, detenido en la ciudad, o cómo está. Pocos buques han bajado del Paraguay, y de estos sólo uno ha tocado puerto aquí. Han venido varios chasques, pero el agente paraguayo aquí nada sabe o nada quiere decir. En el deseo de ser útil en algo al señor Souto, he solicitado de dos comerciantes de esta plaza que tienen relaciones de comercio con Asunción, cartas para que le entreguen en cuanto les sea posible. Las cartas han sido en los mejores términos y sin limitación alguna, pero mucho me temo que sean sin efecto a pesar de los mejores deseos, porque es muy difícil, si no imposible, hacer servicio alguno a persona presa en el Paraguay: aún estando sólo mal visto por el gobierno paraguayo, ya se corre un verdadero riesgo en hacérselo”.
El ataque a Corrientes
El 13 de abril de 1865, fuerzas armadas paraguayas asaltaron sorpresivamente la ciudad de Corrientes e invadieron el resto de la provincia desde distintos puntos.
A las 7 de la mañana de ese día, varios buques de guerra paraguayos se acercaron a los barcos argentinos “25 de Mayo” y “Gualeguay” que estaban anclados anclados en el puerto correntino. Los ametrallaron, los abordaron, y los tomaron.
Cuarenta y nueve personas, entre ellos un capitán, un oficial mayor y cuatro tenientes fueron tomados prisioneros, en tanto que los demás fueron pasados a cuchillo o se arrojaron al río.
Quienes saltaron al agua pero luego fueron recapturados, terminaron fusilados en el mismo puerto, donde los paraguayos se quedaron hasta controlar totalmente la situación.
¿Qué necesidad tenía López de secuestrar mujeres de la alta clase social correntina, llevarlas al Paraguay y mantenerlas en cautiverio durante cinco años? Es dudoso que lo haya hecho en cumplimiento de alguna necesaria estrategia militar. Más bien habría que pensarlo como la obra de un loco sin códigos.
La toma de Corrientes fue celebrada en Asunción como un gran triunfo y, otra vez, como había ocurrido en oportunidad de la invasión al Matto Grosso, todo el mundo bailó.
Los paraguayos sólo un par de meses pudieron saborear el triunfo puesto que, en junio, luego de ser barrida su flota en la batalla de Riachuelo, fueron desalojados.
Según Derqui, al retirarse las tropas invasoras ante el avance del ejército argentino, dejaron tras sí un lamentable cuadro de rapiña del que no se salvó ni su campo.
Escribió a su hijo:
“En Santa Catalina sólo ha quedado la casa, y esa sin puertas, pues las han roto para sacar las cerraduras y tranquillas, que es hasta donde ha podido llegar la ratería de los tales paraguayos. Hicieron pedazos todos los muebles que encontraron, incluso las cajas de hierro y los marcos de los cuadros, cuyas láminas llevaron. No dejaron un solo animal, ni los petisos de las niñas. Sólo han quedado once lecheras y siete bueyes que se les volvieron del arreo, buscando la querencia”.