María Teresa Andruetto es una de las voces imprescindibles de la literatura argentina actual. Narradora, poeta y ensayista, es autora de libros ya emblemáticos como Cacería, Lengua madre y La mujer en cuestión. Andruetto es también reconocida en el mundo de la literatura infantil, donde en 2012 fue galardonada con el premio Han Christian Andersen, considerado el Nobel de la literatura infantil y juvenil.

María Teresa Andruetto participará de la Feria del Libro Digital 2020, evento que considera como un espacio ideal “para la construcción lectora”. “Quizás quienes no se veían atraídos por una feria del libro en su formato original encuentren en las vías virtuales la manera de participar”, señala con un dejo de optimismo esta autora cordobesa que ha sabido pensar los entresijos de la lectura y la escritura, dos actividades que, más allá del tiempo, mantienen su maravilloso misterio.

¿Cómo se lleva con la comunicación virtual, con la charla virtual?

He pasado por distintos momentos. Por una parte diría que nada remplaza al contacto personal, a la presencia física, a ese tener al otro más cuerpo a cuerpo, a estar presente ante un auditorio. Pero luego, he ido cambiando también yo a lo largo de estos meses. Primero sentí como un agobio ante la demanda de cuestiones virtuales, pedidos de maestros, de profesores, de bibliotecas, pedidos que siempre traté de responder porque venían de gente que conozco y quiero. Pero luego algo se remansó y se acomodó de una manera más saludable. Aprendí a distribuirme el tiempo, a organizarme. He tenido y tengo muchas participaciones virtuales, algunas actividades que tenía programadas y que se reconvirtieron en encuentros, en congresos, jornadas o ferias virtuales. Diría, pasado el tiempo, que en general me llevo bien. Encontré un ritmo bueno para mí. Diría que bien dentro de la singularidad de la cuestión.

¿Qué puede ofrecer un/a escritor/a ante una situación inédita, tan insólita como una pandemia?

Donde más he sentido una utilidad es en el ámbito docente, donde maestros y profesores me piden algún cuento, una lectura grabada, una filmación. También con psicólogos o terapistas, gente que trabaja en instituciones psiquiátricas y que son el sostén de esas personas, la mayoría jóvenes con problemas psiquiátricos que están en sus casas y necesitan de esa contención.

Las historias que una cuenta, el modo en que las cuenta, sirven como apoyo afectivo y también como entretenimiento. También participé de una red de personas no videntes, en el sentido de grabar unos cuentos míos y entregarlos a personas para las cuales ha sido muy importante recibir esos relatos.
Además tengo una columna radial una vez por semana, y en ese espacio ofrezco una crónica, cuento una pequeña historia. Estas podrían ser algunas utilidades: contar, escuchar o leer una historia siempre nos ha ayudado a pensar, a encontrarnos con nosotros mismos, a entretenernos, a comprender, a pasar las horas, a bajar un poco la tristeza.

¿Escribió y leyó más, menos, en estos meses?

Cuando empezó la pandemia acababa de salir mi libro Selene, un cuento largo que está en una colección juvenil, y estaba por entrar a imprenta un libro de crónicas que se llama Extraño oficio. Además estaba muy entusiasmada con una novela que venía trabajando desde el año pasado. También estuve colaborando con el Plan de Lectura en el armado de una antología… digamos que tenía de qué ocuparme en términos de escritura. Pero cuando empezó la cuarentena tuve el impulso de leer ensayos sobre la pandemia, qué decían los filósofos acerca de cómo seguirá el mundo, de Naomi Klein a Paul Preciado.

A partir de esas lecturas escribí algo que me funcionó como una descarga, pero algo para mí, una especie de cuento donde un poco masticaba eso que iba leyendo. Luego Jorge Fondebrider me invitó a llevar un diario, con anotaciones acerca de la cuarentena. Un registro de los días y demás. Pasado ese primer tiempo de compulsión por la lectura de ensayos relacionados con la pandemia, la lectura tomó el ritmo que tiene habitualmente para mí, que mezclo lectura y escritura, que siempre estoy leyendo algo de poesía y a la vez algo de ficción, o de ensayo sobre la escritura y sobre la lectura, que son las cuestiones que más me tocan.

¿Cómo se lleva con la lectura digital?

Leo mucho más en papel, tengo siempre libros pendientes de lectura, que he comprado, que me han regalado o que me han enviado. También compré por un sistema de delivery a mi librero habitual. Lo que leo en formato virtual es lo que no puedo conseguir en otro formato, pero me gusta más en papel, porque lo puedo marcar. En formato virtual leo notas, ensayos, textos periodísticos, o poetas que descubro. Pero el resto, si tengo la posibilidad de acceder al papel, prefiero en papel.

¿Se hace idea de lo que será, por llamarlo de un modo vulgar, el mundo del libro a partir de este lío?

En este sentido también pasé por varias etapas. Hace unos años parecía que algunas de las formas digitales del libro vendrían a desplazar al libro en papel, pero después se vio que no, que el libro en papel perdura. Cuando empezó este encierro y no estaban habilitadas las librerías, pensé que algo iba a cambiar fuertemente, pero ahora que veo que hay un sistema de delivery de librerías, creo que los formatos pueden coexistir.

Por supuesto que esto está siempre ligado a contar con los recursos necesarios para acceder a los libros. Pero yo, por ejemplo, más de una vez he compartido mis textos en PDF para facilitar el material, sobre todo en el ámbito pedagógico, porque lo que más me interesa es la construcción lectora de una sociedad. Eso está por encima de mis propios intereses, de los intereses del librero, del editor, por encima de toda la cadena. Eso es lo central, porque una sociedad lectora es una sociedad más pensante, más consciente de sí. Además de que sin esos lectores, no hay nada.

¿Cómo percibe el mundo que se viene, el mundo pospandemia?

No lo sé, es un mundo complicado. Al principio de esto pensé que tal vez se volviera un mundo más justo, pero ahora tengo mis dudas. Se acomodan tan rápidamente los capitales, los poderes financieros, ciertos sectores sociales en desmedro de otros. Probablemente en las cuestiones más pequeñas, más íntimas, sí se produzcan algunas transformaciones. En lo macro tengo mis dudas, pero a lo mejor en lo pequeño logramos ser un poco más sensibles.

Fui abuela también en esta cuarentena (ya tenía una nieta, ahora nació un nieto, que se llama Homero, lo que me invita a pensar en las grandes historias). No he dejado de pensar en este mundo, en los que vienen, en los más pequeños, en este mundo que les dejamos, cada vez más difícil, más desigual. Pero lo cierto es que los seres humanos le encontramos la vuelta a la cosa. Siempre.


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