Antiguamente las mujeres amamantaban a su bebé sin cuestionárselo, era algo natural ya que no existían los substitutos de leche promovidos en las publicidades actuales. Hoy la situación es más compleja debido no solo a esto último sino también a que la mujer usualmente se reincorpora a la vida laboral fuera del hogar apenas nacido el bebé y los empleos suelen no contar con lactarios o condiciones que le permitan a la mujer ejercer su derecho a amamantar.

Es de suma importancia que la futura madre pueda recibir información concreta (desde el embarazo) acerca de la importancia de la lactancia, tanto para ella como para su bebé, y también que se explique los riesgos que conlleva el no amamantar. Esta explicación no debe ser un mero hecho formal, sino que se debe enmarcar dentro de la vida cotidiana de la mujer y sus posibilidades, intentando desmitificar y aclarar conceptos erróneos, transmitiéndole la confianza que necesita para poder realizarlo con plenitud.

Asimismo una vez nacido el bebé, es esencial que personal capacitado dentro de la institución de salud (o buscarlo por fuera de ella) pueda enseñar y corroborar la correcta prendida del bebé, las técnicas y posiciones para el amamantamiento, tomando en cuenta la situación particular de cada mujer y su hijo/a.

En estos primeros momentos de maternidad la mujer atraviesa gran vulnerabilidad, no solo por los procesos fisiológicos que están ocurriendo, los cambios también se dan a nivel de su psiquismo, con la demanda del bebé y su adaptación al nuevo rol. Con el parto nace no solo un niño/a sino también una madre, una familia, y siempre es un momento en el cual las emociones se encuentran a flor de piel. Por todo esto, promover la intimidad de los involucrados y el buen trato por parte de los agentes de salud son claves para facilitar estos procesos.

Cuando nace, el bebé atraviesa un cambio abrupto, pasa del útero materno, en el cual todas sus necesidades estaban satisfechas, a un mundo en el cual depende exclusivamente de la asistencia de los otros para sobrevivir.

Sus necesidades básicas son el contacto, la succión libre de la alimentación, el movimiento, la alimentación y la contención a través del sostén que le da el regazo. Este último es importante ya que, dentro de la panza de su mamá no existía la gravedad y el bebé estaba “flotando” en el líquido amniótico, por ello el abrazo materno y los movimientos suaves le permiten sentirse seguro.

Durante las primeras horas es crucial el inmediato reencuentro de madre e hijo, lo que se denomina “piel con piel”, sin que medie la ropa, el calor corporal de la mamá ayudará a regular no solo la temperatura del bebé sino también todas las sensaciones de su hijo. Esto permite aliviar la situación de separación dada con el nacimiento, permite una buena prendida al pezón y succión eficiente.

Los primeros momentos luego del parto provocan en la madre una sensación de vacío o pérdida, y la mejor forma de atravesarlo es junto a su hijo, por ello, si ambos se encuentran saludables, es imperioso que nada los separe. Que se permite la fluidez para afirmar el vínculo entre ellos y que la familia (y sobre todo el personal de salud) colabore en este encuentro tan importante.


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