En el federalismo estadounidense, la tensión entre Washington y los estados y ciudades es una constante, mucho más que en Argentina. En los últimos meses, sin embargo, la pulseada escaló y amenaza con exacerbar aún más la división entre el Estados Unidos pro inmigración y la porción del país que comparte la política xenófoba de Trump.

El viernes comenzó a regir en Texas una nueva ley que prohíbe la creación de los llamados santuarios para inmigrantes sin papeles: impone una multa de 25.000 para las autoridades locales que se nieguen a cooperar con los oficiales migratorios federales y estipula tiempo de cárcel para los jefes de policía y los sheriffs, quienes podrían ser condenados por un delito menor.

La ley texana es muy parecida a las que ya existen en los estados de Georgia, Carolina del Norte, Alabama y Tennessee desde antes de la asunción de Trump, y a la que aprobó en marzo el gobierno de Mississippi, en un gesto más que nada simbólico hacia la Casa Blanca, ya que que no existía ningún santuario en ese estado.


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