La historia de la cruz en forma de empuñadura de espada comenzó el 28 de octubre del año 312 con la batalla del puente de Milvio entre los ejércitos de dos que se disputaban el control de todo el Imperio romano: Constantino y Majencio.
El biógrafo personal de Constantino, Eusebio de Cesárea, autor de los libros “Vida de Constantino” e “Historia de la Iglesia”, afirmó que, gracias a una visión que tuvo, su jefe ya sabía que iba a ganar.
En el primero de esos libros, relató que cuando Constantino iba rumbo al campo de batalla miró al cielo y vio sobre el sol un signo en forma de empuñadura de espada rodeado por estas palabras: “In hoc signo vinci” (“Con éste signo vencerás”).
Efectivamente, derrotó a Majencio y su victoria fue clave para que al año siguiente pudiera fundar una institución religiosa a la que llamó Iglesia Católica, Apostólica, Romana, que era -y es- una fusión del judaísmo, el mitraísmo, y el cristianismo.
Doce años después, en el año 325, en su calidad de “póntifex máximus” de la Iglesia, Constantino realizó un concilio en Nicea, que actualmente es la ciudad de Iznik, Turquía.
En este evento se presentaron oficialmente los cuatro evangelios y se fijaron los dogmas católicos.
Un año después, en el 326, la madre de Constantino (una inglesa que hoy conocemos como santa Elena) fue a Jerusalén, donde, según la Iglesia, encontró la cruz que había ido a buscar.
Antiguas crónicas así relatan ese supuesto hallazgo:
“Increíble fue el gozo de santa Elena, la cual hizo gracias al Señor por tal señalado regalo y beneficio, y mandó edificar un suntuoso templo en aquel mimo lugar, donde dejó parte de la cruz ricamente engastada y adornada, y la otra parte con los clavos envió a su hijo el emperador Constantino, el cual mandó ponerla en un templo que labró en Roma, y que después se llamó “Santa Cruz de Jerusalén”.
Ordenó además que desde entonces ningún malhechor fuese crucificado, y que la cruz que hasta aquel tiempo era el más vil e ignominioso suplicio, fuese de allí en adelante la gloria y corona de los reyes, y así trocó las águilas del guion imperial por la cruz.
Con ella mandó batir monedas y poner un globo del mundo en la mano derecha de sus estatuas y sobre el globo la misma cruz, para que se entendiese que el mismo mundo había sido conquistado por la santa cruz de nuestro Redentor Jesucristo, y que ésta misma cruz había de ser el escudo y defensa de la república cristiana”.
¿Qué forma tenía?
Desde entonces la cruz viene siendo uno de los símbolos religiosos más conocidos y venerados del mundo.
Recibe un culto parecido, si no igual, al de Jesús y es reverenciada casi tanto como se reverencia a Dios.
Hay quienes afirman que, cuando oran, la cruz los acerca a Dios y es común verla en el pecho de la gente como amuleto contra el mal.
El Nuevo Testamento no dice que dicho instrumento de ejecución haya estado formado por dos maderos clavados uno sobre el otro.
No hay información, ni dato, ni evidencia, ni prueba arqueológica que certifique que haya sido como una letra T. No hay registros de ningún tipo respecto de su forma.
Lo más probable es que haya sido sólo un madero, porque en antiguos dibujos de ejecuciones romanas solamente se la ve como un poste sencillo, el tronco de un árbol
¿Por qué venerarla?
Lo que habría que discutir no debería ser la forma que tenía. La discusión debería centrarse en si es correcto rendir culto a esa cosa en que los romanos clavaban a sus enemigos políticos.
Si a Jesús lo hubieran ahorcado, o matado con una flecha, una lanza o un cuchillo, ¿debería la horca, la flecha, la lanza o el cuchillo ser venerado como un elemento sagrado?
Si asesinaran brutalmente a su padre, a su madre, a su hijo o a cualquier otro ser por usted muy querido, ¿procuraría después tomarle fotos al arma homicida, imprimir copias de los mismos y distribuirlos? ¿Haría réplicas del arma en varios tamaños? ¿Modificaría algunas para usarlas a modo de joya? ¿Encargaría reproducciones para que sus amigos y familiares las compren en los negocios y las venere?
Sólo imaginarlo le provocaría repulsión.
Sin embargo, es eso justamente lo que se viene haciendo desde hace más de 1.700 años con el instrumento de ejecución con el cual los romanos eliminaron a Jesús.