domingo 9 de noviembre, 2025

Hace 533 años Colón tropezaba con “las Indias”, futura América

Por Vidal Mario

12 de octubre 2025

“¡Tierra!, ¡Tierra!

Con este jubiloso grito rompió su silencio el vigía la noche del 12 de octubre de 1492.

Había avistado desde La Pinta la tenue silueta de una isla. El éxito había coronado finalmente el extenuante viaje de tres embarcaciones: La Pinta, La Niña y la Santa María.

Al despuntar el alba, Colón, junto con sus dos capitanes y otros oficiales, vadearon las aguas hasta la orilla, dieron gracias a Dios y tomaron posesión –como si ya no tuviera dueño- de la isla en nombre de los monarcas de España, Fernando e Isabel.

Colón veía materializado un viejo sueño: encontrar –así lo creía- la ruta occidental hacia la India. Ya podía olvidar sus frustraciones de ocho años durante los cuales había ido de una corte real a otra con su idea. Una idea en la que sólo él creía.

Su proyecto finalmente tomó un cariz favorable gracias a que la ferviente católica Isabel de Castilla también tenía un sueño: convertir el Oriente a la fe católica.

En la primavera de 1492, los moros de Granada cayeron ante los soberanos católicos y el catolicismo se convirtió en la religión oficial de esa ciudad y de toda España.

A Isabel le pareció que el momento era excepcional para arriesgar dinero en una empresa que podría reportarle buenos dividendos en lo religioso y económico.

Su pensamiento terminó depositando a Colón en las costas de un mundo hasta entonces desconocido.

Las narigueras de oro que usaban los desnudos nativos (“muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras”) le hizo pensar que allí debía haber mucho oro.

Pero en las primeras dos semanas lo único que él y sus hombres consiguieron fueron frutas tropicales e intercambios amigables con los amables habitantes.

Consecuentemente, siguió su camino en busca del continente asiático, donde esperaba encontrar oro, gente para convertir al catolicismo, y especias.

Llegó a la actual Cuba. Creyendo que era Cipango (hoy Japón) despachó emisarios para que se entrevistasen con el “Gran Kan”, o sea, su gobernante.

No encontraron ni oro ni japoneses en ese lugar cuyos pobladores tenían una costumbre singular: echaban humo por la boca con algo llamado tabaco.

Colón seguía creyendo que donde había llegado debía haber “grandissima suma de oro”. No se desanimó y reemprendió su viaje rumbo al este. Cerca de la actual Cuba, a la que seguía confundiendo con Japón, encontró una isla montañosa con buena cantidad de oro. La bautizó La Española.

Colón decidió fundar en un punto no determinado del actual territorio de Haití un destacamento militar. Lo llamó Villa de la Navidad y dejó allí una guarnición compuesta de cuarenta hombres al mando de Diego de Arana.

Él y la poca gente que le quedaba regresaron a España con las noticias y pruebas (que incluían algunos indios) de su espectacular descubrimiento.

El viernes 15 de marzo de 1493, su nave tocó el puerto de Palos, cuyos habitantes, que ya habían perdido toda esperanza de que sus deudos y amigos regresasen vivos, lo recibieron con sorpresa y grandes manifestaciones de júbilo.

Los reyes de España, que en esos días se encontraban en Barcelona, hicieron llamar al almirante, título con el que entonces se lo conoció, y él así lo hizo. Por el camino, cosechaba brillantes testimonios de admiración pública.

La noticia de su regreso lo convirtió en un héroe en toda Europa, e hizo en Barcelona una entrada triunfal y digna de una celebridad. Toda la ciudad salió a vitorearlo mientras marchaba en medio de los indios que había traído de América.

Quiso arrodillarse ante los reyes, pero ellos le mandaron que se sentara en su presencia. Colón hizo un pormenorizado relato de su viaje, de sus descubrimientos, y exhibió los indios y objetos preciosos que había traído.

Todos los presentes se pusieron de rodillas en la misma sala donde estaban emplazados los tronos reales, y entonaron el Te Deum. Nada se le negaba al descubridor. Fernando lo confirmó en todos sus privilegios, en tanto que Isabel le permitió usar en su escudo las armas de Castilla y de León, así como otros emblemas alusivos a sus increíbles descubrimientos.

Gran debate encendió su triunfal retorno. Los sabios se preguntaron si las regiones descubiertas por Colón eran un nuevo mundo hasta entonces desconocido, o pertenecían a algunas de las divisiones ya entonces conocidas de la tierra.

Colón seguía tozudamente afirmando que eran las regiones orientales del Asia, pero Europa entera decía que eran donde dos siglos atrás había estado el veneciano Marco Polo.

Las regiones recién aparecidas comenzaron a ser llamadas Indias, y cuando más adelante ya hubo plena certeza de que no eran territorios de la India, igual se las llamó Indias occidentales y, a sus habitantes, indios”.

Extraído del libro “Apocalipsis en La Española”, de Vidal Mario

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