Aquellos aciagos días de marzo del ‘76

24 de marzo 2025

Por Vidal Mario*

Para mediados de marzo de 1976, por obra de más de una docena de organizaciones terroristas que azotaban y ensangrentaban el país, la democracia argentina ya estaba herida de muerte.

A finales de 1975, la decadencia de ese gobierno peronista y la sucesión de episodios violentos en los últimos meses de ese año parecían hacer inevitable la intervención militar.

Se llegó a un extremo en que sólo quedaban dos caminos: o tomaban el poder los terroristas, o lo tomaban los militares.

El arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zaspe, en una reflexión profunda y serena sobre la situación que se vivía, advirtió:

“Hemos experimentado todo: secuestros, torturas, bombas, asaltos, la muerte que ha destrozado familias, y hemos colmado las cárceles y los cementerios. ¿Hasta cuándo seguiremos denunciando, matando, muriendo, rabiando, llorando?”.

A quienes entonces éramos todavía jóvenes se nos pone la piel de gallina al recordar la dramática apelación a la unión nacional que, en esos días, por la cadena de radio y televisión, hizo el presidente de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín.

Fue cuando dijo que “todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte”.

El tramo final de su impactante llamado a la unidad nacional quedó grabado en la memoria de una generación de argentinos.

El viejo líder graficó con esta figura literaria la dramática situación que entonces se vivía:

“Señoras y señores: Pido disculpas. Vienen de lo hondo del pensamiento estas palabras, que pueden carecer de sentido, pero tienen profundidad y sinceridad. No soy muy amante de los poetas, pero hubo un poeta en mi tierra que dijo: “Todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte”.

Argentinos de todos los rincones civiles, de todos los lugares, militares de todo el país, brigadieres y marinos, ¿para qué llegar a los últimos cinco minutos? ¿Por qué no estamos conjugando la ilusión de aquel poeta?

Defendiendo angustiado al enfermo, al desprestigiado, leía toda esta frase, levantándolo en la fuerza profunda de sus convicciones: “todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte”.

Desearía que los argentinos no empezáramos a hacer la cuenta de los últimos cinco minutos. Muchas gracias”.

El infierno tan temido

Lamentablemente, no fue posible detener la cuenta regresiva hacia el infierno tan temido. En la madrugada del 24 de marzo de 1976, Videla, Massera y Agosti abrieron las puertas de otro de los períodos más oscuros de la historia institucional argentina.

El Comunicado Nº 1 anunciaba:

“Se comunica a la población que a partir de la fecha el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como a extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que pueden exigir la intervención drástica del personal en operaciones. Fdo: Videla, Massera, Agosti”.

Se implantó el estado de sitio y, a medida que transcurrían las luces del nuevo día, caían como bombas incendiarias sobre la Argentina comunicados como este:

“Se recomienda a la población abstenerse de transitar por la vía pública durante las horas de la noche, a los efectos de mantener los niveles de seguridad general necesarios, cooperando de este modo con el cumplimiento de las tareas que las fuerzas en operaciones intensificarán a partir de dicha oportunidad”.

Otro comunicado, el número 4, consignaba:

“Se comunica a la población que todas las fuentes de producción y lugares de trabajo, estatales o privadas, a partir de la fecha serán considerados objetivos de interés militar”.

Al mediodía, a título personal, el teniente general Videla declaraba ante la prensa extranjera que el golpe se había consumado al sólo efecto de “permitir la vigencia plena de una democracia representativa, republicana y federal, tal como la concibe nuestra tradición”.

 Pena de muerte

También se implantó la pena de muerte, aspecto sobre la cual El Territorio editorializó:

“La implantación de la pena de muerte por parte del Poder Ejecutivo Nacional revela una firme intención de seguir combatiendo la delincuencia y, sustancialmente, la subversión, como forma de preservar la unidad del país, cuyos habitantes buscan firmemente la paz que les permita seguir trabajando sin pausas en procura de objetivos francamente positivos”.

Más adelante, señalaba:

  • El establecimiento de esta nueva figura –la pena de muerte- representa la firme convicción del gobierno de cumplir con los objetivos que se ha trazado, mostrando al país su convicción de que sólo se podrá salir adelante mediante el combate sin pausas y sin concesiones a los elementos subversivos”.

Cómo lo vivimos en Resistencia

Ya el día 22, por los inusuales despliegues militares en puntos claves de la ciudad, quienes vivíamos en Resistencia empezábamos a notar que algo raro sucedía.

A medida que transcurrían las horas, una progresiva movilización de soldados iba emplazando puestos de vigilancia frente a organismos nacionales como Entel, Agua y Energía, Obras Sanitarias, Gas del Estado, y Correos, frente a la plaza 25 de Mayo.

Se veían también piquetes militares frente a Canal 9, el Hospital Perrando, en los alrededores de los tribunales, y en el puente interprovincial Chaco- Corrientes.

Hasta que a las 3:30 de la madrugada del 24 de marzo, el jefe de la Guarnición Militar “La Liguria” comunicó al vicegobernador Alberto Silvestre Torresagasti: “El Ejército asume a partir de este momento, a través de mi persona, el control del Gobierno del Chaco”.

El 23 de abril, el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, vino a poner en posesión de su cargo al nuevo interventor militar. Se trataba, éste, del general de brigada Antonio Facundo Serrano, ex director del Colegio Militar de la Nación con fama de haber tenido “una destacada actuación dentro del arma de Artillería”.

Las cosas que sucedieron en el Chaco a partir de allí y hasta 1983, ya son parte de otra historia.

(*) Periodista escritor, historiador.

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