XV DOMINGO DURANTE EL AÑO Ciclo A (12/07/20)
Is 55, 10-11; Sal 64, 10-14; Rom 8, 18-23; Mt 13, 1-23
  • La fecundidad de la Palabra y los límites

Es alentador escuchar en el texto de Isaías de hoy, sobre la capacidad que tiene la palabra de Dios para cambiar la realidad, haciendo más digna y plena la vida de los seres humanos; nos dice el texto: “Así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”.

Nos garantiza que ese mensaje tiene todo el vigor para generar lo bueno en el corazón del hombre y en toda la realidad, pero requiere de la apertura de la persona. Hoy se nos invita reafirmar nuestra fe en esa palabra, convencernos que no perdió su vigencia desde el primer momento que vino a nosotros, ¡y gracias a su poder sigue construyendo la vida de la humanidad!, en un contexto y situaciones muy complejas y dramáticas.

Esto, nos impulsa a conectarnos con esa fuerza transformadora que tiene la acción de Dios en la realidad del mundo; en este sentido, el salmo 64 nos muestra ese aspecto: “Visitas la tierra; la haces, fértil. Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo: todos ellos aclaman y cantan. Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia; rebosan los pastos del desierto y las colinas se ciñen de alegría”.

Este cántico, nos pone en sintonía con las expectativas positivas en medio de las dificultades; ¡y nos viene muy bien que sea así!, porque hoy se descree de la fuerza del bien y hasta se piensa que el mal ha ganado la batalla.

Para superar el escepticismo y la perplejidad, “la persona necesita un clima básico de confianza en la vida, en el futuro, en el mundo que la rodea. Cultivar la angustia, el recelo, la inseguridad, es siempre poner trabas a la esperanza. Al contrario, promover la confianza y desarrollar la mirada positiva hacia la vida siempre es favorecer la esperanza. En este sentido, no es malo cultivar un sano optimismo que no es ingenuidad ni olvido de los problemas ni dificultades, sino una actitud positiva que permite ver la situación de modo más favorable, sin dejarse agobiar por los aspectos negativos y sombríos exclusivamente” (José Pagola).

¿Creemos en la fuerza transformadora del mensaje de Dios, colmado de valores humanísticos y trascendentes?

En ese sentido de buenas expectativas y dinamismo interior, se enmarca la Parábola del Sembrador, un texto que presenta el obstáculo más importante que tiene el mensaje de Dios: la falta de una disposición adecuada de la persona. El mismo, no puede ingresar a nuestra vida si no le ofrecemos nuestra libertad, porque siempre es una propuesta y nunca se impone tiránicamente; respeta nuestra decisión y espera pacientemente la respuesta, porque sabe de nuestros tiempos. De cualquier modo, siempre Dios desea que recibamos su Palabra con alegría y generosidad, sabe que es un homenaje a nuestra existencia

En este tiempo del drama mundial de la pandemia, una de las situaciones planteadas en el Evangelio refleja lo que pasa en muchas situaciones que percibimos; dice el pasaje: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas (…), cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra. Y brotaron enseguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron”.

Sin lugar a dudas, hoy estamos atribulados, nos apena lo que nos toca vivir y preocupados por los apremios que vivimos, y existe el riesgo de caer en la desesperación. Pero no tenemos que dejar que eso nos gane, al contrario, apoyados en la Palabra debemos estar fuertes y alentarnos mutuamente. Es ahora cuando debemos sacar lo mejor de nosotros y ponernos a la altura de los acontecimientos, ¡qué nada “seque” lo bueno que hay en nosotros!

  • Apostamos a la buena disposición

Sin desconocer las dificultades de las que expresaba en el párrafo anterior, debemos convencernos en la vitalidad de la Palabra, en su fuerza transformadora; y concentrarnos en la buena disposición del hombre, como también lo expresa la parábola de hoy: “Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”. Las urgencias del presente, nos comprometen a promover una mayor disposición a la Palabra, en nosotros y en los demás, comunicándola con más convicción, creatividad y amor.

Nos responsabiliza a ser signos de esperanza y a sumar a muchos para propagar ese espíritu positivo, mencionado más arriba. Esta actitud impulsa a las personas a encontrar estímulos para actuar con constancia, emprender nuevas tareas para ayudar y proponerse metas para salir adelante.  Hoy, todos estamos convocados a no dejarnos absorber por el drama que nos aqueja, sino a tener una mirada positiva y a movilizar un mayor compromiso.

¿Dejamos que la Palabra se haga presente en nosotros, para generar esperanza donde hay desesperación?, ¿o nos dejamos ganar por el desaliento?

Los ecos del 9 de julio nos reclaman una presencia activa en nuestra patria, para fortalecer sus instituciones y propiciar un mayor encuentro entre los argentinos. Nos guiamos para este fin, lo que nos propone el preámbulo de nuestra Constitución Nacional en uno de sus apartados, cuando nos especifica las tareas a realizar:

“Con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, (…)”. ¡Estas son acciones a realizar siempre para sacar al país adelante!, ¡son claves de una esperanza verdadera!

¡Qué María de Itatí, nos ayude a disponernos para construir lo bueno!

Presbítero Alberto Fogar
Párroco Iglesia Catedral
(Resistencia)


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