“Es como un puñal por la espalda”, define Tamara Rutti a la sensación que le deja saber que muchos profesionales de la salud son hoy señalados por estar en contacto con personas con COVID-19. Sus padres, en edad de riesgo, le pidieron que no regrese a la vivienda que comparten. La directora del hospital donde trabaja y otros compañeros dieron positivo al virus.

Su rutina era la misma desde 2009. Salía de su casa, en Corrientes, para tomar el colectivo interprovincial que después de 22 kilómetros la dejaría en la ciudad de Resistencia, en la provincia de Chaco. Al terminar la jornada laboral iba a sus clases de danza (ama bailar) o a las de gimnasia. Pero, cuando murió el primer paciente enfermo de coronavirus en Buenos Aires, supo que ya nada sería igual.

“Tenía una vida normal, como la de muchas chicas a mi edad. Salía de trabajar, volvía a mi casa, donde vivo con mis padres, o iba a las clases. Lo simple. Pero cuando el COVID-19 llegó a Chaco todo cambió", asegura.

La primera muerte en la provincia -segunda en el país- fue para ella un shock: César Cotichelli, fallecido el viernes 13 de marzo en un sanatorio de la ciudad de Resistencia, anunciaba que la enfermedad había llegado a la provincia. El hombre había viajado a Egipto, Turquía y Alemania.

-¿Cómo fue saber que la enfermedad ya estaba en la ciudad en la que trabajás?

-No estábamos preparados cuando se desató todo esto. Cuando empezaron a aparecer los primeros casos, fueron mis compañeros los que estaban al frente y no teníamos los insumos necesarios. Como en todo país lo que se hizo fue improvisar y reservar parte de la terapia intensiva para posibles casos. Esto fue cerrarla, aislarla completamente, separar las camas para cuando llegaran los casos sospechosos y llevarlos ahí.

-¿El hospital estaba equipado?

-En ese momento, no contábamos con respiradores, pero después se consiguieron algunos. La unidad hoy está preparada para recibir pacientes infectados y dentro, de las posibilidades, estamos equipados.

-¿Cómo es el funcionamiento normal del hospital?

-El Perrando está en la capital, Resistencia, y es el referente de la provincia de Chaco. Sacando este tema de coronavirus, es el hospital central ante cualquier caso que no se puede atender en el interior de la provincia, sea una cirugía complicada, una patología ginecológica y todos aquellos casos que no se puedan manejar en otras localidades se derivan aquí.

Los primeros tiempos de Tamara en el hospital fueron en el sector de Neonatología, donde desempeñó durante varios años la especialidad que eligió por vocación y herencia. “Por cosas de la vida, llámalo como quieras, me fui de Neo. Y en julio del año pasado me propusieron pasar a terapia intensiva de adultos. Mi vida tuvo un giro de 180 grados”, admite.

Sus turnos son de 8 horas, a veces de 16, a veces no sabe cuándo termina, pero siempre son rotativos para cubrir la mañana, la tarde y la noche. “En enfermería se trabaja las 24 horas los 365 días del año”, agrega y confiesa que su vida personal también cambió cuando la pandemia llegó a Chaco y a Corrientes.

“Vivo con mis padres, que son personas grandes, y cuando se inició la cuarentena no pude cruzar la frontera, hasta que como personal de salud tuvieron que dejarnos pasar. Cuando volví a trabajar empezó la odisea en mi vida... Corrientes y Chaco siempre fueron dos provincias muy unidas y ahora, por culpa de esta pandemia es todo lo contrario. Para nosotros lo normal era pasar de un provincia a otra, para estudiar por ejemplo, porque aquí tenemos dos universidades maravillosas. Lo habitual era ver gente yendo y viniendo de una provincia a otra y ahora con este tema todo cambió. Se despertó un sentimiento tan feo de rechazo y dedo acusador porque Chaco tuvo los primeros infectados...”, revela.

“El gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, quiere preservar a su gente, pero nosotros como personal de salud tenemos que trabajar porque, más allá del coronavirus, la gente se sigue enfermando, las mujeres embarazadas siguen dando a luz, los pacientes de oncología tiene que hacer sus tratamientos y controles... Y un día no pudimos volver a pasar de una provincia a la otra. Fue increíble”.

Tamara decidió quedarse en el Chaco en la casa de una conocida. "Me quedé por motivos personales. Tengo padres grandes y tienen miedo... ellos no quieren que esté en la casa porque trabajo en un hospital”.

La joven habla desde el dolor por lo que está viviendo. “Ahora lo puedo contar más tranquila: mis padres prácticamente me echaron de mi casa. Antes apenas podía hablar de este tema, pero ahora estoy entera. Estuve mal porque no sabía cómo hacer por no tener lugar en Chaco y no es fácil estar instalada en casa de una compañera que de todo corazón me da un lugar para vivir.

Pero la situación me angustia porque ¿cómo se hace un mes para estar así? Seguramente esto se prolongue porque la gente no se cuida. Veo que mucha gente en la calle, en grupo, que caminan de la mano, que anda con criaturas... Veo que muchos no están respetando el aislamiento ¿y las autoridades dónde están? Esto que pasó en los bancos no lo entiendo. ¿Por qué no pusieron horarios para atenderlos? No se los cuidó y no se cuidan, y me apena mucho porque sé lo que puede pasar. Entonces es ahí cuando te das cuenta de que importa más la economía que la salud. Y esto no lo digo porque trabajo en la salud sino porque me duele que la gente crea que es más importante la plata que su salud”.

Tamara es reflexiva. Se toma su tiempo antes de hablar y lo hace de manera pausada. Cada tanto se detiene para ordenar sus ideas antes de seguir respondiendo. Infobae le pregunto sobre los aplausos que a las 21:00 se ofrece desde los balcones, terrazas y ventanas de todas las ciudades para el personal de la salud.

“La semana pasada hubo aplausos en Chaco y Corrientes, y la primera vez que lo escuché no voy a negar que me brotaron las lágrimas. Hoy es una mezcla de sentimientos porque la semana pasada nos aplaudían ¡y hoy nos acusan con el dedo por trabajar en un hospital! Algunos piensan que por el hecho de trabajar en el hospital estamos infectados y eso es como una puñalada por atrás", dice lamentando las noticias que escuchó contra sus colegas y médicos, y lo que ella misma está viviendo.

Con la voz que refleja su pena, sigue: “Lo siento así porque solamente el personal de la salud que está pasando por esto, el que está trabajando en un hospital contra esta pandemia, sabe por lo que estamos pasando. ¡Solo ellos! ¡Nosotros! Porque vamos a trabajar todos los días con personas que piden a gritos que se los ayude, que le den una mano. Y acá estamos arriesgando todo no sólo por temor de contagiarnos de coronavirus, no. Hay cientos de enfermedades, otras infecciones como las respiratorias y no te olvides que la gente sigue teniendo tuberculosis y gripe A, y también son mortales”.

La enfermera que aún no tuvo contacto directo con pacientes con COVID-19 cuenta que su afecto con los pacientes, en muchos casos, va más allá de lo profesional. “Trabajé muchos años en el sector de Neonatología y tuve mucho contacto con las madres y padres de los bebés internados. Son momentos difíciles en los que se comparten muchas cosas, por eso, con algunos mantengo una amistad hermosa porque se crearon lazos muy fuertes en esos días”, cuenta. Uno de esos amigos, y padre de un paciente, murió la semana pasada y debido a la cuarentena no pudo despedirlo.

La enfermera admite que pasar por este momento con entereza se debe al amor que tiene por su profesión y sus pacientes, en general: “Mientras trabajo lo hago profesionalmente, con seriedad y entereza porque es la manera en que nos tenemos que manejar aunque podamos vernos fríos. Pero al volver a casa muchas veces lloro y rezo, rezo mucho pro mis pacientes, para que se recuperen. Y en los casos que sé que son irreversibles, para que tengan paz”.

Además de hacer su trabajo en el hospital, Tamara buscó ayuda para paliar la situación, y logró la de Gustavo Arce, un empresario de Córdoba, que “donará alrededor de 5 mil barbijos y 200 litros de alcohol en gel”.

—¿Por qué elegiste ser enfermera?

—Elegí esta carrera porque prácticamente me gesté en un hospital. Mi mamá es enfermera jubilada, ella pasó gran parte de su embarazo en el hospital, trabajando, y reconozco al hospital como mi hogar, así lo siento. A los 60 días de tenerme volvió al trabajo y me llevaba a hacer la guardia con ella porque yo no podía despegarme de su lado. Intentaba dejarme en casa con mi papá, pero no había manera. De niña, salía del jardín e iba el hospital a verla trabajar. El hospital es mi hogar, sin más.

Fuente: Infobae


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