I DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A (30/11/19)

Is 2, 1-5; Sal 121, 1-2. 4-9; Rom 13, 11-14a; Mt 24, 37-44

  1. “Leer” lo que pasa desde la óptica de la fe

El hecho de estar desmesuradamente inmersos en las realidades concretas, nos lleva a perder perspectivas más amplias para entender el sentido existencial del ser humano y procurar un enfoque trascendente, de tal modo que nos permita escapar de lo que puede absorbernos y manipularnos, y de proporcionar una mirada que vaya una poco más allá de este mundo.

El mensaje de libro del profeta Isaías nos estimula a escuchar a Dios, para aleccionarnos y dejarnos guiar por Él: “‘¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas’. Porque de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén, la palabra del Señor”.

Ante la incertidumbre y las dudas a nivel personal y social, viene bien saber adónde debemos recurrir y qué mensaje no podemos dejar de escuchar; porque eso nos llevará a atinar bien en el camino de la vida y nos hará vivir con serenidad, aun en medio de la confusión.

El tiempo de adviento nos invita a mirar la historia con los ojos de Dios, porque “Él nos instruirá en sus caminos (…)”; esto, nos ayuda a leer lo que pasa desde su perspectiva, a descubrir los signos que están presentes en la historia. En este sentido, el Concilio Vaticano II ya nos enseñaba:

"Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de esta época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura (...)". De esta manera, ya no se separa Evangelio e historia, Palabra de Dios y vida cotidiana, se compenetran mutuamente; pues el objetivo de la Palabra es encarnarse, hacerse presente en la vida de los hombres para guiarlos hacia la meta final.

¿Cuánto hemos sabido no dejarnos absorber por los apremios del presente y tener una mirada más profunda, para dar un sentido a nuestra existencia que vaya más allá de las necesidades inmediatas?

Para tener esa mirada, es importante que sepamos descubrir signos que nos estimulen con esperanza, y no quedar atrapados en una visión negativa y escéptica. En este sentido, también se afirmaba en el documento de convocatoria al Concilio Vaticano II: "Haciendo nuestra la recomendación de Jesús de saber distinguir los signos de los tiempos, creemos descubrir, en medio de tantas tinieblas, numerosas señales que nos infunden esperanza sobre el destino de la Iglesia y de la humanidad”.

Es un ejercicio muy constructivo descubrir esas manifestaciones positivas del contexto donde compartimos todos los días, para que nos muevan a edificar nuestra realidad; porque muchas veces quedamos lamentándonos de lo que ocurre y no vemos todo lo bueno que Dios sigue construyendo. Si nos sumamos a esa corriente positiva, seguramente que haríamos más grande todo lo bueno que ya está en marcha en la humanidad.

Sería deseable que se publiquen y tengamos en cuenta muchos ejemplos de personas que trabajan diariamente para construir una sociedad con valores, y siempre están dispuestas a dar una mano; o las tareas de los numerosos voluntarios de nuestras comunidades que humildemente y con mucho esfuerzo y dedicación ofrecen un servicio precioso para que muchos estén mejor.

Seguramente, en los medios de comunicación no encontramos muy a menudo informaciones de este tipo, y cuando aparecen, no están en los títulos más importantes. ¡Ojalá que sepamos visibilizar estos hechos!, porque son los que pueden cambiar el rumbo de la sociedad y de la Iglesia, ¡tan ávida de renovación!

  1. Sintonía para ver los signos

Para que no perdamos la oportunidad de descubrir los signos que buscan estimular una experiencia de fe más fervorosa y plena, necesitamos tener las actitudes apropiadas para sintonizar con aquello que se nos manifiesta. Les propongo algunas pistas de orientación:

En primer lugar, el texto de la carta a los Romanos nos expresa que no podemos relajarnos demasiado: “Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe”.

La vigilancia espiritual es la actitud que nos impulsa a aprovechar positivamente el momento presente y no distraernos en ocupaciones que nos alejan del proyecto de Dios; porque es necesario proveerse de lo necesario para afrontar los momentos que nos corresponden vivir y para estar a la altura de nuestro compromiso. Para esto, se necesita sintonizar con la mirada y lo que desea Dios, de tal manera, que su propuesta sea el rumbo que sigamos nosotros.

Para lo anterior, necesitamos recurrir a su encuentro, como dice el texto de Isaías: “¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas”. Un medio para lograr lo planteado, es dedicar un tiempo a la oración y a la reflexión, y a revisar el modo cómo estamos orientando nuestra vida. Para esto, se necesita un examen y una autocrítica de nuestro estilo de vida.

En segundo lugar, a la luz de esa autocrítica, podemos verificar en que aspecto es necesario rectificar el rumbo, u otros temas que tendríamos que mejorar. También, la carta a los Romanos nos aporta para la reflexión; nos expresa: “Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida; basta de lujuria y libertinaje; no más peleas ni envidias.

Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo”. Estas conductas no nos ayudan a despejar nuestro interior para tener ese espacio que sepa escuchar y sintonizar con Dios. Se nos invita a vivir con sobriedad y a evitar aquello que nos desborde, perdiendo nuestra integridad y llevándonos a la confusión. De todos modos, es muy conveniente reconocer y valorar que es legítimo disfrutar con dignidad, sabiendo compartir con los demás y promoviendo la alegría de la fraternidad.

¡Qué este tiempo de Adviento nos ayude a profundizar la mirada, para descubrir los signos que nos invitan a seguir mejor el proyecto de Dios!, ¡y a anhelar un encuentro vivificante con Él!

¡Qué María, mujer de la espera comprometida, nos acompañe para vivir este tiempo expectantes de lo que nos quiera revelar Dios! 

 Pbro. Alberto Fogar

Párroco Iglesia Catedral

(Resistencia)


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