La pandemia favoreció a los países limítrofes que tuvieron una menor restricción, mantuvieron sus actividades y atrajeron a los capitales argentinos. Son países que ahora están disfrutando de la caída del dólar y que tienen inflaciones de un dígito: allí se están volcando las inversiones del exterior que están asumiendo riesgos. Ellos se financian a tasas inferiores a 4% anual en dólares y no tienen problemas para acceder al crédito.

Un dato sorprendente viene de Paraguay: según estimaciones del mercado, de cada 10 departamentos que se venden, 7 los compran los argentinos.

En Paraguay los inmuebles son una inversión rentable como lo fueron en algún momento en la Argentina. Alfredo Rilla de Petra Urbana, en Asunción, señala que “la clave es que un departamento en Paraguay genera una renta al propietario de entre diez y doce por ciento anual”. El número asombra porque en la Argentina esa ganancia no llega a uno por ciento anual porque las expensas y los impuestos devoran más de 50% del alquiler.

El guaraní hace años que es una moneda estable frente al dólar. De hecho, la enorme emisión que hizo Estados Unidos para mantener activa su economía, ha hecho que los bancos cobren una tasa a los paraguayos por depositar sus dólares a plazo fijo ya que se los tienen que dar a una empresa privada para que los almacene porque no hay lugar en sus bóvedas. Ese cargo puede llegar a 3% anual. Los dólares no son bienvenidos en los comercios. Prefieren que les paguen en guaraníes para no afrontar el costo de depositarlos.

El metro cuadrado de construcción en Uruguay está entre USD 1.000 y USD 1.500. Los paraguayos pueden acceder a la propiedad con un financiamiento del banco de entre cien y ciento diez por ciento del valor. Ese plus, es para amoblar el departamento. El crédito se paga a un plazo de entre 20 y 30 años a una tasa promedio de 8% anual. Si es por inversión, la renta del departamento cubre con creces el valor del préstamo.

El alquiler de un departamento de dos ambientes de 45 metros cuadrados con cochera es de USD 400 mensuales. Expensas e impuestos van por cuenta del propietario. Si es de 3 ambientes -75 metros cuadrados y cochera- el valor trepa a entre USD 750 y 800.

Hay argentinos que compran el departamento directamente alquilado para obtener la renta en el momento. No hay complicaciones ni demoras en los traspasos de los contratos. La burocracia es inexistente.

Los impuestos ayudan. El IVA es de 10%. La misma tasa tiene el impuesto a las ganancias. No hay otros gravámenes.

Los que compran en pozo pagan un adelanto de 30%. Luego, 60% se liquida en cuotas mensuales y el 10% restante al momento de entrega del departamento. El valor puede variar entre USD 60 mil y 90 mil dólares. Si lo venden, después de terminado a ese valor le recargan 25% que es la ganancia del inversor.

Por eso hay inmobiliarias argentinas que están abriendo sus negocios a Paraguay, como Cruz del Sur que vende departamentos alquilados a inversores argentinos que buscan ganancias inmediatas en dólares. Petra Urbana, a su vez, construye torres desde el pozo. Lleva diez edificios levantados en las zonas más selectas de la ciudad.

“Los edificios que terminamos, antes de los 90 días los tenemos ocupados por sus dueños o por inquilinos o revendidos. Hay una gran demanda que nos estimula a seguir construyendo”, indica Rilla.

La clave del auge de la construcción, que genera pleno empleo en el sector, está en la seguridad jurídica, una moneda estable, créditos a largo plazo y la ausencia de inflación que garantiza que la tasa no se va a disparar imprevistamente.

Paraguay ahora parece un planeta lejano. La inversión privada ha hecho quedar antiguo al país y obliga al gobierno que conduce Mario Abdo Benítez a invertir en infraestructura. Sus caminos, urbanizaciones, puentes y aeropuertos son insuficientes ante el avance de los empresarios. Cuando las cargas impositivas son bajas, la inversión se multiplica y obliga al Estado a hacer obras públicas para alentar la actividad económica.

En la Argentina, la obra pública tiene un significado distinto. Es para generar el empleo que no generan los privados agobiados por la presión impositiva, la inflación y la inseguridad jurídica.

Hace algunos años, el movimiento era el opuesto. Los paraguayos soñaban con habitar la Argentina y el ladrillo era la posibilidad de vivir de rentas.


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