“Siempre digo que me gusta entrenar a los ingenieros porque son muy ordenados y responsables”, contó Horacio Pernicano, referente del grupo de running del gimnasio Kalos de Santa Fe. Hasta abril había entrenado a Osvaldo Carrizo —ingeniero y empleado del Ministerio de Infraestructura—, el santafesino que murió de un paro cardíaco en la media maratón de Buenos Aires, cuando recién comenzaba la carrera (en el kilómetro 4).

Recuerda que Carrizo se había realizado los controles (efecto doppler y ecocardiografía, entre otros) a principios de año para participar de una carrera en Chile y también dijo —porque habló con la novia del corredor— que quienes lo acompañaron no observaron ningún indicio extraño en la carrera del domingo. “Comenzó la media maratón como siempre, corriendo lento y recién iba por el kilómetro 4, una distancia corta para un corredor entrenado, cuando se desplomó”, precisó.

En este caso tampoco demoras en la asistencia: la ambulancia llegó rápido y el traslado al hospital se hizo en el momento. El médico deportólogo Julio Rico, de la Unidad de Actividad Física y Salud del Sanatorio Santa Fe, le explicó que hay un porcentaje de casos de muerte súbita —es bajo— que se da en personas que parecen sanas en los controles.
“Un estudio internacional reciente, que se publicó en una prestigiosa revista médica (The New England Journal of Medicine), señala que la incidencia de un paro cardíaco repentino durante la participación en deportes competitivos fue 0,76 casos por 100.000 atletas por año”, indicó Rico.

Al margen de este caso puntual, los entrenadores y médicos insisten en que las personas que se largan a correr deben hacerlo con un entrenamiento progresivo, profesional y con controles médicos.

A medida que el running —en realidad, cualquier deporte— se va poniendo serio y las exigencias aumentan (10K, 15K, 21k...), es imprescindible preguntarse hasta qué punto el propio cuerpo está preparado para seguir ese ritmo.

“De acuerdo con la historia clínica del paciente —antecedentes familiares, enfermedades, si es fumador o no, si es diabético, etc.— se pueden realizar distintos estudios para saber cómo está esa persona y si está preparada para correr”, insistió Rico.

Hay cuatro que son centrales: análisis de sangre en un laboratorio (para medir la glucemia y los indicadores básicos), un electrocardiograma (clave para diagnosticar enfermedades cardiovasculares), un ecocardiograma (permite obtener imágenes reales de un corazón en 2 D y también en 3D) y las pruebas ergonométricas de fuerza, para valorar la respuesta del corazón ante el esfuerzo.

“Los controles deben realizarse, como mínimo, una vez por año —aconsejó Rico—. No lo digo yo, lo recomienda el Comité Olímpico Internacional y muchas otras organizaciones internacionales”.

El impacto de la alta exigencia en el corazón

“En las personas jóvenes, los eventos cardíacos que se desencadenan en las competencias suelen suceder por cardiopatías que no fueron detectadas. En los que tienen más de 40 años, en cambio, lo más frecuente son las oclusiones —obstrucciones— de las arterias porque las placas se mueven al circular la sangre a mayor velocidad por el esfuerzo”, le explicó a El Litoral el cardiólogo Raúl Goyeneche, en una nota que se publicó luego del caso de Marlene Gieco (la maratonista que falleció en una carrera de aventuras en Monte Vera, en un contexto diferente al de Osvaldo Carrizo). En la mayoría de los casos, estas patologías se detectan en los estudios.

Según el cardiólogo, hay tres cuestiones que los deportistas deben seguir de cerca: la alta exigencia suele aumentar el grosor de las paredes del corazón, puede provocar lesiones y calcificación en las células cardíacas y cicatrización entre las células del corazón.


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