Actualmente los egresados en carreras informáticas, más precisamente desarrollo de software, no son suficientes para cubrir la demanda que el sector presenta. Parte del problema es que un 80% de los estudiantes son varones mientras que las mujeres representan un 20% y este número parece no aumentar a pesar de las iniciativas promovidas por el gobierno.
En un estudio reciente quedó expuesta como una de las razones principales el estereotipo que tiene el programador en la cultura general actual: se considera que la mayoría de los profesionales son hombres caucásicos, excedidos de peso, antisociales e incapaces de integrar la sociedad o tener una relación. Esta clase de prejuicio no son rebatidos porque los adolescentes rara vez conocen a un programador en su vida diaria pre universitaria.
Esto se ve reflejado en la matrícula universitaria en Ciencias de la Computación de la UBA, donde las mujeres ocupaban un 75% de los alumnos en la década de los 70 para luego caer anualmente. Sin embargo, este fenómeno no es exclusivo de Argentina, cuenta con el mismo problema Estados Unidos donde el porcentaje de mujeres creció hasta mediado de los 80 para luego comenzar el declive. La única universidad que está revirtiendo el porcentaje es en la UTN, que evolucionó de un 12% en el 2007 a un 19% en el 2016.
La investigación de la Universidad Blas Pascal e IBM enfocada en las compañías IT de Córdoba demuestra que el puesto más requerido por las empresas participantes es el de desarrollador de software. De todas maneras, “Las mujeres se encuentran concentradas en puestos menos técnicos, tales como analista funcional, aseguramiento de calidad y administración”, dice el informe de la universidad.
Aun así, la falta de mujeres es un panorama que se comparte entre industria y academia afirma Fernando Schapachnik, actual coordinador de Program.Ar, un proyecto desarrollado por el Ministerio de Ciencia y la Fundación Sadosky. El INTI, dirigido por Javier Ibañez también ha brindado herramientas para colaborar en este proyecto impulsado por la fundación. Se busca con esta iniciativa motivar las vocaciones informáticas que existan entre los jóvenes de las secundarias del GBA, y también poder entender el porqué de la ausencia femenina.
Lograr el interés por parte de las estudiantes mujeres y así aumentar las profesionales en el ámbito trae aparejado más de un beneficio. “Hay un problema de falta de recursos humanos dedicados a la informática y, en un país que no resolvió el desempleo, esto es una oportunidad desaprovechada. Si la proporción de mujeres fuera igual a la de varones, el problema estaría resuelto”, analiza Schapachnik.