"Me juró que la próxima vez me mata", confesó, con marcada angustia, una mujer, quien padece un infierno desde hace muchos años debido a la ira de su ex pareja, del mismo sexo, en la localidad bonaerense de Luján.

Por esta razón, la víctima realizó una decena de denuncias, con las que sólo obtuvo cuatro restricciones perimetrales, que no frenaron el accionar demencial de la agresora, quien en los últimos días la sometió a una nueva golpiza. Pese a ello, continúa en libertad.

Luego de cuatro años de noviazgo, Gabriela Rubino decidió formalizar su relación con María Victoria Etchevert, mediante una unión civil, en 2011. Según le reconoció aCrónica, fue "uno de los primeros matrimonios del mismo sexo en el país".

No obstante, el lazo legal no fortaleció el vínculo amoroso, sino todo lo contrario. En este sentido, Rubino, de 42 años, detalló: "Ella comenzó a ponerse violenta, en principio en forma verbal y entonces soporté un tiempo, hasta que ya noté que no podía haber vuelta atrás".

Ante esta situación, Gabriela decidió alejarse de su pareja, tras siete años juntas, pero "desde ahí no paró". La agresora, mediante amenazas, de tono cada vez más violento, no cesó con los hostigamientos. "Empecé a denunciarla y ello desencadenó cuatro restricciones perimetrales", contó.

Sin embargo, buscar respaldo en la Justicia implicó para la denunciante que su tormento se acentuara, puesto que las agresiones físicas se tornaron moneda corriente. En una oportunidad, la acusada intentó arrollarla con su vehículo cuando ella marchaba en bicicleta y en otra, fue detenida tras propinarle una paliza, pero a las pocas horas fue liberada.

Pese a todo esto, las autoridades no tomaron más intervención que la de determinar un nuevo impedimento de contacto, pero la inacción de la Justicia le permitió a Etchevert incumplir con la restricción y acercarse a su ex pareja para desfigurarle el rostro a golpes de puño.

Impunidad total

El brutal episodio tuvo lugar hace dos semanas, dando muestras de la impunidad que goza la agresora y por la cual Rubino expresó: "Ya no puedo más. No quiero aparecer muerta y por eso duermo con el teléfono en la mano, para llamar a la policía por si entra en mi casa y tengo el gas pimienta en la mesa de luz. Así no puedo vivir".

El drama de la mujer se profundiza ante la falta de respuestas de los representantes de la Fiscalía General de Luján, a cargo de la investigación. "Nadie me dice nada, ni la citan a declarar. Lo que sucede es que es una persona con mucho poder y entonces no la detienen. Mientras tanto, la que está presa soy yo, presa del miedo por todo lo que viví. Por ejemplo, veo un auto parecido al de ella y ya tiemblo, entonces a veces pienso en bajar los brazos e irme a vivir lejos", exclamó la víctima, quien le ruega a la Justicia la posibilidad de vivir en paz.


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