Miramar apuesta al turismo de invierno con travesías por los médanos, arte, gastronomía y ballenas

13 de junio 2017

La Secretaría de Turismo, Cultura y Deportes de General Alvarado y un puñado de emprendedores privados locales de distintos rubros impulsan estas actividades en forma casi artesanal, para romper la estacionalidad y atraer visitantes todo el año.

Miramar ya no se conforma con ser una tradicional ciudad balnearia de la costa bonaerense, lo que limita su actividad turística al verano y, acorde a las nuevas tendencias juega sus cartas al invierno, con turismo aventura, naturaleza, gastronomía, arte cultura y hasta ballenas, que comenzaron a visitar sus costas en los últimos años.

La Secretaría de Turismo, Cultura y Deportes de General Alvarado y un puñado de emprendedores privados locales de distintos rubros impulsan estas actividades en forma casi artesanal, para romper la estacionalidad y atraer visitantes todo el año.

Los amantes del turismo de aventura y naturaleza tienen la posibilidad de realizar travesías por las playas del sur y las dunas, en los conocidos vehículos 4x4 pero también en camiones 6x6, de origen ruso.

Estos grandes rodados militares, que llegaron a Miramar de la mano de Gonzalo Auriti Primavera y su pequeña empresa La Marítima, resultan ideales para cruzar arroyos de fondo arenoso que desembocan en el mar, circular por las crestas de grandes médanos y superar las dificultades de la arena junto al mar.

En el límite norte de la costa miramarense, junto a la desembocadura del arroyo Las Brusquitas, todo el año hay buenas olas para surf y en invierno se juntan grupos a practicar este deporte, a los que pueden sumarse los turistas.

También en el ámbito natural, pero con menos adrenalina, se pueden realizar caminatas por el famoso "bosque energético" del vivero dunícola Florentino Ameghino, de unas 500 hectáreas.

En ese sector del bosque, cubierto de altos árboles inclinados por el viento, al margen de los mitos o realidades sobre objetos que desafían leyes de la física, muchos visitantes dedican largos ratos a la meditación, en un marco de paz, con el silbido del viento o el rumor del mar como únicos sonidos.

El turismo rural y la producción se combinan en las visitas guiadas que ofrece la Escuela Agrícola local, un establecimiento secundario ubicado en las afueras de la ciudad, devenido en una gran granja y tambo, a cargo de docentes y más de 300 alumnos.

Allí, en un recorrido de unas dos horas, el turista puede conocer en vivo la elaboración de chacinados, escabeches, dulces, quesos y miel, todo de manera natural y artesanal, con certificaciones oficiales.

En las 200 hectáreas de esa escuela granja se crían vacunos, porcinos y aves; se cultivan legumbres y hortalizas y se mantienen unas 80 colmenas, cuyos productos están a la venta en el lugar o en el centro de la ciudad.

Las propuestas artísticas se mantienen en el invierno puertas adentro, en el rubro espectáculos, con funciones en la Casa del Bicentenario de Miramar y su orquesta escuela de 35 músicos, y en el Teatro Municipal Abel Santa Cruz, donde dan prioridad a obras de autores y actores locales.

También se puede disfrutar de lo artístico al aire libre, en el espacio de la Bienal Internacional de Arte Miramar, que este año tuvo su tercera edición, en el Parque de los Patricios, junto al arroyo Durazno y el mar.

En ese plano verde de seis hectáreas hay ya unas 70 obras pictóricas, esculturas e intervenciones con diversas técnicas, que quedaron de las ediciones anteriores e irán en aumento, y se puede recorrer en una caminara de unos 1.800 metros, en cualquier momento del día.

La gastronomía de Miramar, explicó a Télam el secretario de Turismo, Cultura y Deporte, Carlos Pagliardini, se caracteriza por mantener los platos típicos de una zona de mar y de campo, pero con el objetivo de la excelencia mediante la calidad de la materia prima y preparación.

"Presentamos comidas tradicionales, pero con productos de alta calidad, de granjas orgánicas, todo certificado y, al darle prioridad a las producciones locales, garantizamos la frescura que asegura la cercanía", explicó.

Sobre esas bases tradicionales, hay algunas innovaciones, como los ravioles fritos creados por Nanni Cocinero, o el chop suey que en lugar de arroz -que no se cultiva en la zona- lleva un colchón de papa viruta, hongos y miel de la zona.

En la playa hay varios comederos, parrillas y cafeterías que atienden todo el año, pero sólo una cervecería artesanal cuyo local sobre la arena se le anima a la temporada fría, aún en la noche: La Biere.

Este emprendimiento familiar apuesta por segundo año a romper la estacionalidad en un espacio cubierto para un centenar de personas sentadas, donde se puede disfrutar de variadas cervezas, acompañadas por platos también originales de la cheff de la casa, en un ambiente de luces tenues, mientras el mar ruge a pocos metros y la luna se filtra por las ventanas.

El caso de las ballenas es algo más reciente, ya que los cetáceos comenzaron a arrimarse a las costas en los últimos cuatro años en su migración hacia el sur.

Pagliardini contó que este año las primeras llegaron el 25 de mayo, aunque el período ideal para los avistajes desde la costa es en julio y agosto.

Existen proyectos de avistajes organizados, en conjunto con la fundación científica Cetus, con un estricto control del cuidado de los animales, para evitar que puedan sentirse molestos y alejarse nuevamente, por lo que no se programan excursiones embarcadas.

El Aeroclub Miramar ofrece paseos en avionetas, para ver desde arriba la ciudad, sus costas y la zona rural durante una media hora, en vuelos pactados previa reserva.

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