“Sujeten bien los sombreros porque el viento puede soplar fuerte“, grita Gustavo, el guía turístico, a la veintena de pasajeros que han ocupado sus asientos en el pequeño barco de excursión que abandona la dársena de la bahía Santa Cruz, en el balneario mexicano de Huatulco. La excursión, de más de cinco horas de duración, lleva a los turistas por el paradisiaco litoral de la costa pacífica de Huatulco, en el estado de Oaxaca.

Gustavo acierta con su pronóstico de viento, que en vez de molestar hace más soportable el clima tropical húmedo de esta región del sur de México. Sin embargo, su promesa de espectáculo marino durante el viaje solo se cumple parcialmente: por ningún lado salta alegremente un delfín sobre la superficie del mar ni tampoco se asoma una de las enormes mantarrayas que habitan estas aguas. Solo se deja ver, a escasos metros del barco, una pareja de tortugas marinas, en pleno acto de reproducción.

La excursión en barco lleva a los turistas por las nueve bahías de Huatulco con sus 36 playas, situadas en una extensión de 35 kilómetros de franja litoral. Solo las primeras cinco están habilitadas para el turismo con hoteles y restaurantes en la playa. Las otras cuatro están situadas dentro del Parque Nacional Huatulco, que abarca una superficie de 12.000 hectáreas, y en sus playas vírgenes está prohibido cualquier tipo de edificación.

Gustavo está orgulloso del estatus ecológico de Huatulco: el balneario y las zonas aledañas han recibido por décimo año consecutivo la certificación EarthCheck Platinum, que esta organización internacional con sede en Australia concede a los proyectos de desarrollo turístico comprometidos con el medio ambiente y la sostenibilidad. No en vano, las aguas de Huatulco están catalogadas como las más limpias de toda la costa pacífica de México.

Las estribaciones de la Sierra Madre del Sur caen casi verticalmente al mar en la costa, como acantilados o formaciones rocosas cubiertos de una tupida vegetación de selva baja intensamente verde. Un impresionante espectáculo de la naturaleza espera a los turistas en un lugar de la costa llamado El Bufadero. Las olas de color turquesa chocan con tanta fuerza contra la abertura de una caverna escondida en la base de la montaña que el agua y el aire salen disparados violentamente hacia el cielo emitiendo un silbido intenso y formando una suerte de géiser islandés.

Tras un viaje de poco más de dos horas, el barco de excursión se dirige a la bahía Chachacual, la última del parque nacional, con su playa virgen de arena dorada con forma de herradura. A esta playa vacía, totalmente desprovista de instalaciones turísticas, solo se puede llegar por mar. Cada grupo de turistas solo puede estar poco más de una hora aquí para practicar snórkel en un arrecife de coral, bañarse en las tibias aguas cristalinas o simplemente sentarse en la arena bajo una sombrilla con sillas de plástico que unos pocos vendedores indígenas pueden instalar momentáneamente en la playa para comodidad de los visitantes.

Entre las bebidas que se ofrecen a los turistas en la playa no podía falta el “coco loco”, preparado con agua de coco, zumo de fruta o leche, ron, vodka o tequila. La variante oaxaqueña se prepara con mezcal, la bebida regional por excelencia, que se obtiene del agave y cuyo sabor ahumado la diferencia del tequila. Pero cuidado: el consumo de un segundo “coco loco” con mezcal rápidamente hace que la vista se vuelva borrosa y ya no se pueda divisar en el horizonte la delgada línea que separa el azul del cielo de el del mar.

Durante el viaje de regreso, el barco hace a la hora del almuerzo una escala en la bahía Maguey, donde varios restaurantes rudimentarios, con palos de madera clavados en la arena y techos de palma, compiten entre sí para atraer a los turistas. El plato estrella en el menú es una mariscada caliente, compuesta por gambas, cigalas, cangrejo, pescado asado a las brasas y arroz. Y encima una piña horneada, rellena de camarones y gratinada con queso. Una auténtica delicia, además servida con tanta abundancia que cuatro comensales tienen problemas para acabar con todo. La mariscada cuesta 1.000 pesos mexicanos (unos 45 euros o 53 dólares), o sea, ni siquiera 15 euros o dólares por persona. ¡Increíble!

Un segundo tour recomendable, de unas tres horas de duración, lleva al turista a conocer la población de Huatulco, con su mercado de artesanía en el casco viejo, y seis miradores en los alrededores, que ofrecen magníficas vistas panorámicas de la costa escarpada y la inmensidad del océano Pacífico. Sin embargo, el momento culminante de esta excursión, que los participantes, quizás un poco cansados de ver tanta belleza natural, aguardan con ansiedad, viene al final del tour: una visita a “La Probadita”, un local de degustación en el centro de Huatulco donde los turistas pueden probar gratis diferentes tipos de mezcal con su característico gusano de maguey en el fondo de la botella.

Además de mezcal, el visitante es invitado a probar el chocolate de agua caliente preparado al estilo azteca, el excelente café oaxaqueño, el exótico platillo de crujientes chapulines (saltamontes) asados con ajo y, por su puesto, mole, la más famosa de las salsas mexicanas, hecha con una gran variedad de especias, chiles y chocolate. En la Ruta del Mezcal, que va de Huatulco a la ciudad de Oaxaca, el turista que viaja en coche no puede dejar de parar en alguno de los numerosos pequeños locales de venta de mezcal artesanal pegados a la carretera. Por ejemplo en el de Julio Zárate, que ofrece una peculiar variante en la que en vez del gusano de maguey aparece en el fondo de la botella un alacrán perfectamente conservado en alcohol.

 

Lo que hay que saber

Destino: Huatulco está situado en el sur de la costa pacífica mexicana, a 460 kilómetros de Oaxaca, la capital del estado homónimo, y a unos 700 kilómetros de la Ciudad de México.

Cuándo viajar: La región de Huatulco tiene un clima tropical semihúmedo, con una temperatura media de 28 grados centígrados y unos 330 días de sol al año. La temporada de lluvias va de junio a octubre.

Cómo llegar: Huatulco cuenta con un aeropuerto internacional. Desde muchas grandes ciudades de América Latina y España hay vuelos directos. Desde la Ciudad de México, el viaje en avión dura 50 minutos.

Alojamiento: Huatulco tiene hoteles de todas las categorías. Los precios de las habitaciones arrancan desde los 35 dólares aproximadamente hasta más de 350 dólares por noche.

Excursiones: La excursión en barco por las nueve bahías de Huatulco dura unas cinco horas y cuesta 500 pesos (22 euros o 26 dólares). El tour por la ciudad y los alrededores dura unas tres horas y cuesta 350 pesos (15,5 euros o 18,5 dólares).


COMPARTIR