Por Vidal Mario- “Nunca fue fácil ser peronista” dijo Cristina Kirchner, a la que en la foto que ilustra esta columna aparece con Carlos Saúl Menem.

Sin embargo, los problemas que hace 21 años afrontó Menem, y la que ahora afronta la vicepresidenta no fue, ni es, ni podría ser por pertenecer al peronismo.

“Yo soy como la Madre Teresa”

Una entrevista que recientemente me hizo José María Cuellar por FM Norte103.1 de la ciudad de Juan José Castelli, trajo a mi memoria la figura de Menem.

Era otro que decía ser un “perseguido político”. Él no estuvo preso por peronista (ser peronista no es un delito sino un derecho). Fue por corrupción.

El 23 de septiembre de 1997, cuando era presidente, habló al país por televisión para anunciar una medida trascendental: la creación de una Oficina de Ética Pública.

Grande fue la sorpresa de muchos cuando en su mensaje se comparó nada menos que con la Madre Teresa de Calcuta.

“Yo soy como la Madre Teresa de Calcuta dijo. Ella dijo que no habla de la ética, sino que practica la ética. Eso es lo que hago yo: no hablo de ética, la practico”.

Sin embargo, el suyo fue un gobierno también atacado por una fuerte intoxicación ética.

Durante ese gobierno, algunos asaltos a las arcas del Estado fueron de tan alto vuelo que el propio ministro de Economía, Domingo Cavallo, acusó a Menem de ser un “protector de mafiosos”.

A tal extremo llegó la situación que, el 30 de septiembre de 1993, Jorge Triacca, un peso pesado del sindicalismo peronista y ex ministro de Trabajo de Menem, avisó que “el año 2000 nos encontrará unidos o detenidos”.

Muy explícito fue también el gastronómico Luís Barrionuevo a través de sus célebres frases “en éste país nadie hace la plata trabajando”, y “hay que dejar de robar por dos años”.

Por decir esas cosas, Menem lo echó de su cargo de presidente de ANSSaL, como se llamaba la actual ANSES.

La cuestión es que Menem ostenta el dudoso honor de ser el primer presidente constitucional argentino en ser detenido por actos comprobados de corrupción.

El 7 de junio de 2001, a sólo dos semanas de su casamiento con la ex Miss Mundo chilena Cecilia Bolocco, fue detenido por orden del juez federal Jorge Urso.

La acusación que pesaba sobre él era la de haber sido ser jefe de una asociación ilícita que vendió armas a Croacia y Ecuador, falsificando decretos que posibilitaran dicha maniobra.

Sus aduladores alegaron que el riojano padecía un típico caso de persecución política.

Inclusive, un ex ministro suyo, Manuel García Solá, chaqueño llegó al extremo de afirmar que por culpa de su “arbitraria” detención “el mundo ya no confía en nosotros y nos califica de país inestable política y económicamente”.

167 días después de estar detenido en la quinta de su amigo Armando Gostanián, quedó en libertad.

Pese a que la Cámara de Casación había confirmado la condena a siete años y medio de cárcel otra sala del mismo tribunal lo absolvió, pero no por inocente sino por considerar que había habido un “exceso temporal” para arribar a sentencia firme.

“Las rutas del dinero K”

El 24 de junio de 2007 estalló un escándalo al difundirse que la Brigada de Explosivos había encontrado una bolsa llena de billetes en pesos, euros y dólares en el baño privado de la ministra de Economía de la Nación, Felisa Miceli.

En su defensa, la funcionaria dijo que un hermano suyo le había prestado todo ese ese dinero, equivalente a unos 241.000 dólares, para la compra de una casa.

Su renuncia significó la primera baja entre los ministros de Néstor Kirchner, por una denuncia de corrupción.

El 7 de octubre del mismo año, el juez Guillermo Tiscornia citó a indagatoria a la ministra Nilda Garré, acusada de contrabando y subfacturación de piezas de fusiles FAL a Estados Unidos.

Cuarenta y ocho horas después, dicho juez fue suspendido por el Consejo de la Magistratura, y después debió renunciar a su cargo para evitar el juicio político.

La ministra Garré, la ex “Comandante Teresa” de los años de la guerrilla, siguió en el cargo, y después fue diputada nacional.

El 19 de julio de 2007, en el marco de lo que la oposición calificó de “cesarismo conyugal”, Cristina Fernández de Kirchner lanzó su candidatura a Presidenta.

Días después, Claudio Uberti, mano derecha del ministro Julio De Vido, y el empresario venezolano Guido Antonini Wilson, intentaron ingresar al país, sin declarar, en un vuelo chárter, 800.000 dólares.

La justicia argentina libró orden de captura internacional contra Antonini Wilson. El 12 de diciembre de ese mismo año, dos días después del juramento de Cristina Kirchner, el FBI lo detuvo en Miami.

Detuvieron además a otros tres venezolanos y un uruguayo, todos involucrados en el mismo caso.

Un fiscal de Miami reveló que esos 800.000 dólares eran para financiar la campaña electoral de Cristina Kirchner.

Un escándalo estilo Cristina

En agosto de 2008, trascendió que el patrimonio de los Kirchner había experimentado un crecimiento del 158 por ciento. De 17,8 millones de pesos, el patrimonio de la pareja pasó a poco más de 45 millones.

Esto derivó en la apertura de una causa por enriquecimiento ilícito, que fue previsiblemente cerrada por el juez Norberto Oyarbide.

Con razón que la Presidenta se resistía a presentar su declaración jurada de bienes ante la Oficina Anticorrupción (OA).

Amén del correspondiente escándalo, su demora en cumplir con su obligación generó el repudio de referentes del arco opositor. Uno de ellos, la candidata a gobernadora bonaerense del Frente Amplio Progresista (FAP), Margarita Stolbizer, impulsó en el Congreso Nacional un pedido de informes.

Con el tiempo, como había ocurrido durante el de Menem, el gobierno de CFK se convirtió en otro polvorín de la corrupción.

En el 2013, se hizo evidente que Lázaro Báez, estaba aportando sumas millonarias al patrimonio de los Kirchner mediante raros convenios a través de los cuales garantizaba la ocupación de los hoteles de la familia en El Calafate.

Fue por esa época que comenzó a acuñarse la tristemente célebre frase “Ruta del Dinero K”.

Incapaces de justificar sus bienes y acorralados por la justicia, tanto Cristina como algunos de sus ex funcionarios comenzaron a buscar apoyos y solidaridades y a usar como escudo la vieja, tradicional y recurrente muletilla de “perseguido político”.


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