Sin sorpresa,  se podría decir, que este fin de semana nos enteramos que una joven rompió la cuarentena que debía cumplir en Resistencia y fue interceptada cuando intentaba ingresar a la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña. Y decimos que no nos causa sorpresa porque esta chica es nada menos que la hija de un funcionario del Municipio de Resistencia, Ricardo Sánchez, quien hasta el 10 de diciembre fue diputado provincial. Y como dice el dicho el fruto no cae lejos del árbol, es que en esta caso esa chica habrá actuado de acuerdo al ejemplo que le habrá dado el padre toda su vida, creyendo que se puede transgredir las reglas porque se es impune, que las leyes están para que las cumpla el otro y no el que tiene poder, que hay ciudadanos de primera y  segunda y que solamente estos últimos están bajo el imperio de las normas.

Ya lo había advertido un conocido sindicalista ,Ricardo Sánchez no tiene los kilates necesarios para ser funcionario de la Municipalidad de Resistencia, que pareciera que el cargo es más bien un premio para alguien que se quedó sin el sueldo de Estado y que no tiene capacidad para desenvolverse en la actividad privada.

Y ante hechos como estos uno también se hace otras preguntas, como por ejemplo el del bienestar económico de estos funcionarios que tienen la capacidad de mandar a sus hijos de vacaciones a Estados Unidos o Europa, porque hay que ganar demasiado bien para acceder a estos lujos cuando la realidad indica que un empleado legislativo común o uno municipal apenas tienen para llegar a fin de mes.

Estas son las desigualdades que el sistema debe corregir, funcionarios que viven atornillados a los cargos públicos, que viven como millonarios y que encima en situaciones críticas como la que vivimos se creen con más derechos que los demás.

Claro, seguramente y gracias al poder que ostenta, si esta joven está infectada podrá gozar de las mejores atenciones médicas para curarse, pero si en ese camino de  transgresión infectó a gente que no tiene la misma suerte que ella, seguramente se va terminar muriendo sin pena ni gloria total es un pobre infeliz, un número más de las consecuencias de la pandemia.

Micaela Girard

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