Justo en vísperas de Navidad: hace 160 años, López invadía el Brasil

23 de diciembre 2024

Por Vidal Mario* - Este martes se cumplen 160 años del día cuando tres mil soldados paraguayos que fueron transportados en cinco vapores de guerra, tres goletas y dos chatas, invadieron el Brasil y tomaron las ciudades de Coímbra, Albuquerque y Curumbá.

Fue el 24 de diciembre de 1864, justo en vísperas de Navidad, en momentos en que los brasileños se preparaban para la fiesta.

Francisco Solano López, cuando sus tropas partieron del puerto de Asunción, los despidió así: “¡Soldados, mostrad al mundo entero cuánto vale el soldado paraguayo!”.

Este aniversario me mueve a hacer algunas reflexiones historiográficas sobre la Guerra de la Triple Alianza. Comienzo con estas palabras:

“Quieren presentar a Solano López como un defensor de los derechos del Paraguay cuando en realidad fue el único causante de la Guerra de la Triple Alianza, y de todas sus consecuencias. ¿Qué mal hay en decir que fue este tirano el que atacó al Brasil y a la Argentina, acarreando al país su ruina y el exterminio de sus habitantes?”.

Esto lo dijo Cecilio Báez, político, periodista, catedrático universitario y presidente del Paraguay desde el 9 de diciembre de 1905 hasta el 25 de noviembre de 1906.

“Alucinado por la utopía napoleónica, López se veía forjado para la guerra, pero para una guerra a la medida de sus fantasías”.

Esto, a su vez, lo dijo Augusto Roa Bastos en su libro El Fiscal. Lo extraño es que este escritor paraguayo anteriormente había escrito un poema dedicado a López, el cual fue publicado el 20 de agosto de 1954 en el diario “El País”, de Asunción.

Evidentemente, no soy el único que con el paso del tiempo ha ido transmutando su mirada sobre determinados personajes. En mi caso, López fue un ídolo que se me fue cayendo a medida que en mis investigaciones iba descubriendo cosas sobre él.

Fui descubriendo que además de desencadenar la guerra de la Triple Alianza también hizo cosas horribles, que parecen extraídas de una pesadilla, una de las cuales fue mandar azotar a su propia madre.

Un Napoleón paraguayo

Algunos critican (yo también lo hice en dos de mis libros) el denominado Tratado de la Triple Alianza, acuerdo internacional que se firmó el 1 de mayo de 1865.

Pero sucede que para entonces el “Napoleón” paraguayo ya había atacado por sorpresa al barco mercante brasileño “Marqués de Olinda” y secuestrado a todos civiles que iban a bordo (12 de noviembre de 1864), ya había invadido el Brasil (24 de diciembre de 1864), y el 13 de abril de 1865 ya había invadido la Argentina.

Además de poner un gobierno títere en Corrientes, López secuestró mujeres argentinas que llevó al Paraguay.

Si al dictador paraguayo se le antojó que Argentina y Brasil iban a permanecer indiferentes y sin reacción ante sus ataques, sufriendo pacientemente la ignominia de la invasión y la pérdida de vidas y propiedades, era porque algo no estaba bien en su cabeza.

Los hechos posteriores le demostraron que no hay acción que no lleve a una reacción.

Que el Mariscal (título que se dio a sí mismo) fue un cordero atacado por tres lobos feroces azuzados por Inglaterra, es una novela hecha de frases sin sentido que terminó convirtiéndose en historia oficial.

El supuesto papel de Inglaterra

La conocida historia oficial dice que Mitre (Argentina), Pedro II (Brasil) y Venancio Flores (Uruguay) atacaron en patota a López, por orden y directivas de Inglaterra.

La verdad histórica (nadie hasta el momento pudo demostrarme lo contrario) es que fue Solano López el único responsable de la guerra que provocó la ruina paraguaya.

Inglaterra hasta le prestó plata al Paraguay para solventar los gastos de la guerra. No tuvo nada que ver en esta cuestión.

En realidad, el presidente y magnate yerbatero López era amigo de los ingleses. Ya lo eran desde los tiempos de su padre, como lo certifican evidencias y documentaciones sobre los cuales parece ser que a algunos no les interesa informarse.

Un mes antes de invadir la Argentina, López encargó al representante paraguayo ante los tronos de Francia e Inglaterra gestionar un préstamo de $ 4.000.000 de pesos fuertes, de un total de $ 25.000.000 que había sido autorizado a contraer.

“El ciudadano Francisco Solano López, Mariscal Presidente de la República del Paraguay, y General en Jefe de su Ejército:

Por cuanto el Honorable Congreso General Extraordinario a autorizado al Poder Ejecutivo en la ley del siete del corriente para contraer empréstito en el exterior hasta la cantidad de veinte y cinco millones de pesos fuertes, garantizando los intereses y capital con las rentas de la yerba mate y de las tierras públicas.

Por tanto, usando de la expresada autorización se faculta en forma bastante al ciudadano Cándido Bareiro, Encargado de Negocios de la República del Paraguay cerca de los gobiernos de S.S.M.M el Emperador de los franceses y la Reina del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda para que lleve a efecto dicho empréstito por el máximo de cuatro millones de pesos fuertes”.

Dicha disposición fue dada “en el Palacio Presidencial de la Asunción, capital de la República del Paraguay, a 15 de marzo de 1865”.

Es una simple cuestión de sentido común: Si Inglaterra era la que empujaba a aquellos tres países a atacar al Paraguay, ¿cómo López le iba a pedir plata prestada para financiar su guerra?

La verdad      

La verdad es que uno de los orígenes de la guerra fue un sueño que tenía López: recuperar para su país territorios que Brasil le había usurpado en tiempos en que el mismo era todavía una colonia portuguesa y el Paraguay todavía era colonia española.

Estaba convencido de que, si para ello apelaba a medios bélicos, la población lo acompañaría. “Levantaré mi látigo, y todo el pueblo me seguirá como un solo hombre”, afirmó en 1864.

Lamentablemente para él y para su país, desobedeció la consigna de su padre de que los problemas con los países vecinos hay que solucionarlo con la pluma, no con la espada.

Otra de sus pretensiones consistía era que se lo tuviera en cuenta para ser “desfacedor de entuertos” en cuanto conflicto estallara en el Río de la Plata. Ya lo había hecho en 1859 cuando fue mediador en un conflicto entre Mitre y Urquiza, mediación que favoreció a Mitre, pero en lo personal fue un fracaso para él.

En 1863, también intentó mediar en un conflicto entre uruguayos y brasileños, que querían derribar al gobierno de Berro. Brasil quería en Montevideo un gobierno “amigo” que los ayudara a sofocar movimientos republicanos que habían estallado en Río Grande.

Los acontecimientos que sobrevinieron demostraron que no debió involucrarse en ese entredicho entre brasileños y uruguayos. Era una cuestión con la que ni él ni el Paraguay tenían nada que ver ni hacer.

Metió sus narices en algo que se desarrollaba a 1.500 kilómetros de Asunción, y que para nada le competía al Paraguay.

Se metió como un completo imbécil en el embrollo brasileño-argentino-uruguayo, atacando primero al Brasil y después a la Argentina, con lo cual inició una cruenta guerra sudamericana que comprometió la suerte y el futuro del Paraguay.

No debió haber intervenido en ese conflicto, que era extraño para él y para el Paraguay. Mucho menos provocar una guerra, como seguidamente lo hizo.

*(Autor del libro “El Nerón del Paraguay”)

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