Durante los últimos meses, el alpinismo adquirió una notoriedad inusitada debido al éxito del documental Free Solo. Ganadora del Oscar de este año en su categoría, cuenta el periplo del estadounidense Alexander Honnold para escalar los 900 metros de la formación rocosa "El Capitán" en el valle de Yosemite, Estados Unidos, sostenido apenas por sus manos y sus pies.

Hace unos días, otro norteamericano logró una proeza que lo ubica junto a Honnold en el Olimpo de este deporte extremo. Y la llevó a cabo en la Argentina. Se llama Jim Reynolds y el 21 de marzo logró subir y bajar una pared de 1.500 metros del cerro Fitz Roy (cuyo pico tiene 3.359 metros) llamada Afanassieff. Lo hizo sin utilizar ningún elemento de seguridad.

Reynolds, de 25 años, es oriundo del estado de California y desde hace cuatro años trabaja en el equipo de búsqueda y rescate del parque nacional Yosemite, el mismo que alberga al "Capitán" dominado por Honnold. Habiendo participado en más de 70 rescates, Reynolds es más que consciente de las consecuencias que puede traer dar un paso en falso.

El alpinista pasó tres meses en el Chaltén preparándose. A modo de práctica, subió otros tramos del cerro conocidos como las agujas Rafael Juárez (2.450 metros) y Saint-Exupéry (2.558 metros), aunque en este caso descendió por unas vías distintas a la de su ascenso. También participó del rescate de un japonés que se accidentó en febrero.

Reynolds tenía la intención de llevar a cabo el recorrido en la segunda semana de marzo, pero decidió posponerlo luego de que una súbita punzada de intuición lo llevara a concluir que el momento no era el indicado.

Llegado el día ideal, Reynolds comenzó su ascenso. Aunque medios especializados indican que el nivel de dificultad técnico de la vía Afanassieff es menor a la de, por ejemplo, "El Capitán", destacan que su naturaleza -plagada de nieve y agua- y longitud lo colocan a una altura considerable.

Además, decidió subir y bajar sin más elementos que zapatos de alpinismo, magnesio para contrarrestar el sudor de las manos, un litro y medio de agua y unas barritas de cereal.

Aunque también llevaba una soga y algún otro elemento en caso de enfrentar una contingencia -como lo podría ser una inclemencia climática- Reynolds se dio cuenta que se había olvidado el arnés en la base.

Para aquellos que estén interiorizados en el mundo de alpinismo, o quienes hayan visto Free Solo, la sola noción -o aún visión- de un recorrido similar probablemente provoque una no tan ligera sensación de vértigo.

Durante su escalada, Reynolds usó el magnesio para marcar los finísimos bordes en la pared de granito de los que se debería valer a la vuelta con la expectativa de verlos luego.

Seis horas y 38 minutos después llegó a la cima, pero lo que para la mayoría hubiera sido la concreción de una proeza, Reynolds lo tomó como un alto momentáneo. A hora y media ya se había aprestado a bajar debido a que no le quedaban muchas horas de luz solar.

El descenso fue aún más arduo. Con el granito de la pared mojado, algunas de las marcas de magnesio habían desaparecido. Y al caer la noche debió valerse únicamente de la luz generada por la lámpara frontal de su casco.

De allí en más tuvo que ser aún más metódico: asumió que no vería más de tres bordes a la vez y continuó, sin saber si estaba yendo por el camino correcto. En una entrevista con National Geographic, Reynolds dijo que llegar al último tramo tuvo la tentación de bajar en rapel. Pero en última instancia decidió que había llegado demasiado lejos como para no intentar al menos completar el recorrido.

Cuando el cronómetro indicó que habían pasado ya 15 horas y media desde el inicio, lo había logrado.


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