*Por Mauro Bistman

Especial para Primera Línea

En los últimos días, se dio a conocer una noticia que revolucionó el fútbol local: una mujer trans firmó para participar del torneo femenino de la Liga Chaqueña de Fútbol.

Que el equipo por el que fue inscripta sea Chaco For Ever, el de mayor historia y trascendencia fuera de los límites de la provincia, también le agregó un condimento de volatilidad nacional al asunto.

Además, no se puede dejar de mencionar, el avispero ya venía revolucionado por el caso de Mara Gómez, la primera en ser presentada por una institución afilada a la AFA  (Villa San Carlos); sobre quien las últimas informaciones indican que habría pasado los exámenes de límites de testosterona que exigen los reglamentos.

A partir de esta situación, puntualmente volviendo al caso de Dalex Ariadna Gallozo y el albinegro de Resistencia, se amplificó un interesante debate sobre las implicancias de la inclusión de mujeres trans en una competencia circunscripta a mujeres biológicas; una diferenciación que afortunadamente, a partir de la Ley de Identidad de Género que rige en la Argentina, ha quedado absolutamente obsoleta en otros ámbitos.

Sin embargo, las características particulares del deporte federado demandan un análisis mucho más práctico: para que la competencia sea justa, la condición física de sus participantes debe enmarcarse en parámetros claros y resguardados.

Volviendo al caso de Mara Gómez, es interesante pensar en que hay tratamientos que pueden encuadrar sus índices hormonales actuales, pero también debiera tenerse en cuenta la posibilidad de que sus características de nacimiento hayan significado una ventaja en toda su vida previa y si eso pudiera o no tener injerencia en su rendimiento actual.

En principio, las diferencias de rendimiento entre hombres y mujeres biológicos en el deporte son absolutamente claras: en salto con garrocha, el récord mundial de Renaud Lavillenie (15 de febrero de 2014) está 1,10 metros por encima del de la inigualable Yelene Isimbáyeva; Usaín Bolt logró correr los 100 metros llanos en 9,58 segundos, casi uno menos que Florence Griffith Joyner; en cuanto al lanzamiento de bala, Randy Barnes ostenta el récord mundial 23,12 metros, bastante más que los 22,63 que Natalya Lisovskaya alcanzó en 1987 y nadie ha podido superar (con el agregado de que el elemento utilizado en la rama masculina pesa 7,26 kilogramos y, en la femenina, cuatro).

Así se podrían seguir amontonando ejemplos que demuestran que, efectivamente, hay diferencias físicas de base que modifican radicalmente el rendimiento; algo que es aún más notorio si se analiza un deporte de contacto, como el fútbol, donde esa oposición de fuerzas se puede imponer cuerpo a cuerpo.

No tengo dudas de que puede haber mujeres biológicas que jueguen mejor al fútbol que muchos hombres biológicos, pero llegando a la alta competencia (que es lo que representa la casa madre del fútbol local) las ventajas de los segundos, aunque se autoperciban y sean reconocidas legalmente como mujeres, serán injustas e indisimulables para sus rivales.

Tanto es así que no es alocado pensar que, de prosperar la apertura propuesta, no pasará mucho tiempo hasta que la mayoría de las arqueras, marcadoras centrales y centrodelanteras terminen siendo chicas trans. Algo que se daría simplemente porque las características propias de esos puestos las van a poner irremediablemente por encima de sus compañeras. A igual calidad, ganará el físico.

Alguien me planteó que esas diferencias físicas también tienen una raigambre relacionada con lo cultural y la opresión del patriarcado; explicando que históricamente se ha limitado el desarrollo de las mujeres también en el lo que a las capacidades atléticas se refiere.

No tengo elementos para refutarlo por completo; pero, en cualquier caso, las distancias actualmente existen y tomara mucho tiempo equipararlas.

Por lo pronto, las mujeres han hecho un gran esfuerzo por generar y profesionalizar un espacio propio en una disciplina históricamente machista. No vaya a ser que otra vez sucumban ante inequidades evidentes.

Es maravilloso que la visibilización de la problemática de género haya llegado tan lejos, al punto de generar un debate de estas características.

Es maravilloso que una luchadora incansable y exitosa como Dalex haya logrado romper tantos muros.

Es maravilloso que Héctor Gómez, presidente de For Ever y dirigente del Consejo Federal de AFA, ponga el cuerpo al planteo. Todo esto es maravilloso, pero absolutamente inviable aún como justa deportiva.


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