El presunto asesino que fue embajador argentino en España

18 de noviembre 2024

Por Vidal Mario* - En julio de 2005, el escritor y embajador de Argentina en España, Abel Posse, declaró: “Puedo decir lo peor del liberalismo capitalista, pero también puedo decir lo peor de los que se refugiaron al año del gobierno de Videla en Europa y desde allí siguieron conduciendo a jóvenes de dieciséis o diecisiete años a la matanza”.

Tanto enfurecieron los dichos de Abel Posse al entonces presidente Kirchner, que lo echó casi a las patadas.

Puso en su lugar a su amigo de juventud y compañero de militancia Carlos Bettini, exnovio, según comentarios que corrían, de quien sería su futura mujer, Cristina Fernández.

En los años 70, Bettini había sido miembro de una de las más prestigiosas familias de La Plata.

Una familia que desde el golpe de 1976 fue perseguida y diezmada por los militares, no tanto por la pública militancia montonera de sus miembros varones, sino porque se sospechaba que esa acaudalada familia manejaba dinero de la “orga”, como la organización Montoneros se apodaba a sí misma.

El primero que cayó, el 9 de noviembre de 1976, fue Marcelo Bettini. Durante un enfrentamiento, como lo hacían otros, prefirió la pastilla de cianuro a ser apresado.

Cuatro meses después, el 18 de marzo de 1977, secuestraron a su padre, el Fiscal Federal Antonio Bautista Bettini, de 60 años de edad. Hasta hoy está desaparecido.

El marido de Marta Bettini, capitán Jorge Devoto, otro amigo de juventud de Néstor Kirchner, era marino y Montonero. Lo secuestraron, y tampoco apareció más.

Treinta y siete años después, Cristina Kirchner le rindió un homenaje a Devoto y lo ascendió post mortem dos grados. La entonces Presidenta dijo en el acto que el mismo no había sido Montonero, y que había renunciado a la Armada durante el gobierno de Isabel Perón “porque no estaba de acuerdo con el terrorismo de Estado que practicaba esa fuerza”.

El 3 de noviembre de 1977, le tocó el turno a la matriarca de la familia, María Mercedes Houquebie de Francese. Al momento de ser secuestrada, tenía 76 años.

El único que escapó fue Carlos Bettini. Huyó a España casi al mismo tiempo que el 7 de agosto de 1976 David Graiver estrellaba su avión privado contra una montaña mexicana.

Graiver, propietario de seis bancos desparramados entre Buenos Aires, Nueva York, Tel Aviv y Bruselas, además de compañías desparramadas por todo el mundo, estaba sindicado como administrador de una parte de los 60 millones de dólares que Montoneros había obtenido por el secuestro de los hermanos Born.

Se sospechaba que de todo ese cuantioso botín él había blanqueado 17 millones de dólares.

Nunca se comprobó que Graiver realmente muriera durante ese vuelo privado que hacía desde Nueva York a Acapulco.

Ya en España, Carlos Bettini, quien en los años 70 integraba la Columna Capital de Montoneros, estudió en la Universidad Complutense de Madrid y trabajaba con Felipe González, secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

A partir de 1992, comenzó a oficiar de puente entre Felipe González y Carlos Menem, presidente muy recordado por pasar a manos privadas Aerolíneas Argentinas, Aguas Argentinas, YPF, Gas del Estado, Ferrocarriles Argentinos, ELMA y Correos Argentinos, entre otras empresas estatales.

El “Soldado Emilio”

Luego de echar a Abel Posse, Kirchner puso en su lugar a Carlos Antonio Bautista Bettini Francese, su compañero de estudios y de militancia a principios de los años 70.

Al momento de su designación, era director por Iberia de la privatizada Aerolíneas Argentinas.

En el Senado, su pliego encontró eco únicamente sólo entre los legisladores kirchneristas debido a que Bettini tenía cuentas pendientes con la justicia argentina.

Se lo acusaba de haber hecho lobby a favor de las empresas españolas para las privatizaciones, y de querer sobornar a la funcionaria nacional Patricia Bullrich.

También lo acusaban de ser cómplice de Carlos Menem en el arreglo de fondos que posteriormente se le pagó a Isabel Perón, así como de mantener “una íntima vinculación” con el grupo español CIRSA, dueña del casino de Buenos Aires.

Pesaba sobre él una condena firme por calumnias e injurias contra Carlos Rotundo, apoderado de las herencias de Perón.

Pero el más grave de las acusaciones contra él tenía que ver con algo que supuestamente hizo en los años 70, cuando era “soldado Emilio”: matar al capitán de corbeta (R) Jorge Raúl Bigliardi, quien hacía años que se había retirado.

Dicho asesinato se registró en junio de 1975, durante el gobierno de Isabel Perón.

El asesinato

El 10 de junio de 2004, la publicación “Prensa Confidencial” recordó la forma en que Bettini habría matado al capitán Bigliardi.

La nota, titulada “¿Dónde estaba Carlos Bettini el 12 de junio de 1975 al mediodía?”, señalaba:

“El 12 de junio de 1975 al mediodía, Bettini, con su hermano y otros miembros de la organización Montoneros, estaban parados frente al edificio de departamentos conocido como “Edificio YPF”, en la calle 53 entre 7 y 8 de La Plata.

Carlos Bettini, cuyo nombre de guerra era “Soldado Emilio”, escondía entre sus ropas un revólver 357 Magnum. Esperaban la salida de Jorge Raúl Bigliardi, para matarlo. ¿Por qué? Porque era marino, aunque ya con varios años de retirado.

¿Por qué él, entre muchos posibles blancos? Porque los Bettini eran amigos de Bigliardi, circunstancia que les permitía acercarse y dispararle sin ningún riesgo.

Aún más, el cuñado de los Bettini (casado con su hermana) Jorge Devoto, que también era marino y vivía en el mismo edificio que Bigliardi, fue el que lo propuso como blanco para ser asesinado.

Sale Bigliardi del edificio, los saluda y sigue caminando por la calle 53, hacia la calle 8. Pero no le dispararon porque la casualidad hizo que Bigliardi se encontrara en el ascensor con Devoto y salieran juntos, para sorpresa del comando asesino que esperaba afuera.

Bigliardi, ajeno a lo que sucedía, no escuchó la discusión de los Bettini con su cuñado, el marino Devoto, sobre la torpeza cometida de salir con la víctima.

Deciden esperar en el mismo lugar a que regrese, como todos los domingos, de ir a comprar los ravioles. Ellos lo sabían porque eran vecinos y amigos.

El capitán Bigliardi regresa y estaciona su auto en la esquina. En la misma esquina está Carlos Bettini empuñando su 357 Magnum, escondido bajo la ropa.

Bigliardi baja del auto y camina hacia ellos. Confiado, los vuelve a saludar, pero al ver el arma grita “¡canallas!”.  Comprende lo que significa el arma que Carlos Bettini tiene en sus manos.

Recibe un disparo mortal en el cuello, y mientras Bigliardi muere sobre el pavimento, a los 47 años de edad y dejando una viuda y dos hijos de menos de ocho años, Carlos Bettini se va tranquilamente a jugar al rugby, en el club San Luís”.

Ni el recuerdo de su posible vinculación con este asesinato ni sus problemas con la justicia impidieron que 30 años después Carlos Bettini terminara siendo embajador argentino en España.

En ceremonia realizada el 6 de octubre de 2004, entregó sus cartas credenciales al rey Juan Carlos.

Llegó al lugar vestido de jacket y en una carroza antigua tirada por caballos, como lo impone el ceremonial español.

Muchas cosas, como esta historia, no se saben. Es que, como lo dijo Rodolfo Galimberti, otro símbolo de los violentos años 70, “el drama de nuestra generación es que no les cuentan a las generaciones futuras cómo fue la historia”.

(*) Periodista, escritor, historiador

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