III DOMINGO DE PASCUA Ciclo C (05/05/19)

Hech 5, 27b-32. 40b-41; Sal 29, 2. 4. 5. 6. 11. 12a. 13b; Apoc 5, 11-14; Jn 21, 1-19

 I.Jesús se manifiesta en las ocupaciones habituales

Cada uno de los encuentros con Jesús resucitado, tienen la particularidad de permitirnos conocer distintas facetas de la experiencia de fe. Lo que se propone para meditar hoy, pone en claro que el encuentro con Él se da en las ocupaciones de la vida cotidiana; repasemos el texto: “Jesús les dijo: ‘Muchachos, ¿tienen algo para comer?’ Ellos respondieron: ‘No’. Él les dijo: ‘Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán’. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: ‘¡Es el Señor!’.” Como podemos considerar, todo se desarrolla en el contexto de la labor cotidiana de los apóstoles, en su trabajo de pescadores. Nuestro caso no es distinto, Dios se hace presente en medio de los quehaceres de todos los días, es ahí donde hay que buscarlo, ¡y encontrarlo!; ¡dejémonos sorprender por Él!

El signo tan elocuente de la pesca, es la muestra más clara de la presencia del Señor; el discípulo amado lo expresa: “¡Es el Señor!” Hay momentos particulares, lugares significativos y celebraciones, que nos motivaron a creer, siempre estarán presentes en nuestra historia personal y, serán adónde debemos volver y hacer memoria viva de esos momentos.

A lo largo de nuestra existencia, Jesús aprovechará esos eventos relevantes para revelarse más plenamente, despejar nuestras dudas y animarnos a responder afirmativamente. Debemos incorporar más este aspecto en nuestra vivencia de fe y no buscar nada rimbombante, celebraciones espectaculares o alguien con “poderes especiales” para encontrar al Señor, sino, recurrir a lo concreto de la vida cotidiana, el ambiente de trabajo, las luchas cotidianas, la dinámica familiar.

Si esto no es así, la fe corre el riesgo de alejarse de la realidad y de transformarse en una especie de “calmante” para aguantar porque no nos queda otra salida. No, no debe ser así, la vida cotidiana y lo que pasa en ella es el ámbito donde Jesús se hace presente, y el ambiente donde se nos reclama un mayor compromiso.

Nuestra experiencia religiosa y de oración, ¿nos lleva a encontrar a Dios que “late” con la realidad que nos toca vivir?, ¿nos ayuda a descubrirlo presente en el compromiso familiar y social?

En la realidad cotidiana, Jesús reclama nuestra presencia

Jesús pide a Pedro una respuesta sincera para la misión que le encomienda, que no sea sólo una obligación más, sino que brote del corazón, de un amor generoso y fraterno, y esté dispuesto al servicio de los demás. Bien lo expresa el texto: “Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?’. Él le respondió: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis corderos’.” Es ahí, en ese mismo ambiente donde tiene que trabajar y seguir descubriendo al Señor; no huir del mundo, para encontrarse con Dios, sino en la misma historia con los avatares de todos los días. También, nuestro caminar en la fe tiene que seguir la misma senda, buscar a Dios en lo habitual; dejarse cuestionar por esa realidad y animarnos a dar una respuesta.

El mensaje siguiente nos muestra como el encuentro con Dios en lo cotidiano y el compromiso con esa realidad, van juntos, no se pueden separar, uno reclama al otro; el texto nos expresa: “Para seguir la propuesta de Jesús no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que esa senda está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales” (Gaudete et Exsultate, 14).

Interpelados por las problemáticas actuales

Es común encontrar hoy, distintas propuestas para encontrar a Dios sin conexión con la realidad. Por un lado, están los que piensan en encuentros con mucha “espiritualidad” para lograr esa experiencia; animados con pláticas imbuidas con la misma temática, pero sin consecuencias para la vida en general, y menos aún, para el compromiso cotidiano.

Evidentemente, es una manera de evadirse del mundo y escaparnos de las responsabilidades. Por otro lado, están los que desacreditan el ámbito de la sociedad como temática para la reflexión y el compromiso.

Es una manera muy sutil de expulsar al Señor de la vida social; entonces, si no lo tenemos en cuenta, hay menos responsabilidad, menos exigencias, y todo sigue igual, sin provocar ningún cambio. Y hay muchos otros modos de concebir la vida espiritual, que obstaculizan un encuentro auténtico y realista con Dios y, sobre todo, con los demás y sus necesidades.

Definitivamente, Dios vive con su pueblo, en sus marchas y contramarchas, en sus penas y alegrías, en sus logros y fracasos; en todos estos acontecimientos nos está diciendo algo y nos interpela, es ahí donde nos invita a vivir la experiencia pascual trabajando para ayudar a mejorar la realidad que nos toca compartir. Recordemos que cuanto más profunda es la espiritualidad y más rezamos, más solidaria y más cercana a la gente debería ser nuestra conducta.

Nuestra experiencia de fe, ¿nos lleva a interpelarnos sobre nuestra responsabilidad en la sociedad en que vivimos?

Hace una semana fueron beatificados los mártires riojanos, Enrique Angelelli, Carlos Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera.

Ellos son una muestra clara de un estilo de vida cristiana comprometida con la historia, una espiritualidad comprometida con las problemáticas sociales. El Cardenal Becciu en la homilía de la beatificación, decía: “Los cuatro beatos desarrollaban una acción pastoral abierta a los nuevos desafíos pastorales; atenta a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia.

Todo esto, para intentar ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales. Se trataba de una obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado en el Evangelio, en favor de los más pobres y explotados, y realizado a la luz de la novedad del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el fuerte deseo de implementar las enseñanzas conciliares. Podríamos definirlos, en cierto sentido, como ‘mártires de los decretos conciliares’.”

¡Qué María nos anime a un compromiso valiente e imbuido por la realidad!


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