XXIV DOMINGO DURANTE EL AÑO Ciclo A (13/09/2020)

Sir 27, 30-28, 7; Sal 102, 1-4. 9-12; Rom 14, 7-9; Mt 18, 21-35

El arduo y reconfortante ejercicio de conciliar

No se necesita mucha argumentación para afirmar que los argentinos necesitamos encontrar puntos de encuentro y reconciliación; sólo basta ver como últimamente se han acentuado las distancias y aumentado las tensiones, como consecuencia de luchas por intereses de sectores partidarios, en temas complejos del orden institucional. Evidentemente, asistimos a un momento crítico de nuestro país, a tal punto que no medimos el daño que producen las determinaciones, las palabras y los gestos que agravian a los demás. Sin lugar a dudas, esto llevará mucho tiempo para recomponer las relaciones y tener un dialogo constructivo para consensuar, pensando en el bien de toda la sociedad.

El mensaje de las lecturas de hoy, tienen un contenido abundante para guiarnos al momento de promover espacios amplios de reunión, para integrarnos con los que piensan distinto o nos resultan más difícil relacionarnos. Una clave de lectura de todos los textos es la siguiente expresión del libro del Eclesiástico: “Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y perdona la ofensa”.

En este pasaje, podemos ver con claridad una invitación para trabajar nuestro mundo interior, nuestros sentimientos, emociones, pensamientos e intenciones; una tarea que exige esfuerzo y tiempo, para transformar lo que no está bien y cambiar nuestra posturas y actitudes para dar pasos en el entendimiento con los demás. El texto nos invita a pensar en términos de la Alianza de Dios, porque esta nos recuerda su gran condescendencia para con nosotros, y la expresión de su gran misericordia; por lo tanto, nos compromete a dejarnos movilizar por ese mismo sentimiento hacia los demás, que será de consideración, tolerancia, fraternidad; entre tantas cualidades que encierra.

¿No tendríamos que comenzar por una profunda reflexión personal sobre los sentimientos, intereses y actitudes que motivan nuestra relación con los demás?

Todo esto no significa negar las diferencias y distancias que tenemos, sino hacerlas conscientes y, con la ayuda de Dios, elaborarlas para expresar lo que pensamos y sentimos de modo más conveniente en esos espacios de encuentro. Y nunca olvidar, que nuestro vínculo con Dios nos ayudará a sacar lo mejor de nosotros para acercarnos a los demás.

Es urgente que todos, especialmente los que tienen mayor responsabilidad en la sociedad, propiciemos ámbitos donde las diferencias puedan encontrar un canal de diálogo para forjar la amistad social. Porque “la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme

(…). La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una ‘diversidad reconciliada’ (…)” (Evangelii Gaudium).

¿Qué pasos debemos dar los argentinos para superar las distancias e integrarnos en una “diversidad reconciliada”, es decir, aceptando las diferencias, pero pensando y resolviendo teniendo en cuenta a todos?

Armonía con toda creación

De modo imperceptible, Dios va “trabajando” en el corazón de cada uno de nosotros para favorecer el dialogo y el buen entendimiento con los demás; en este sentido, bien se expresa en este texto de la liturgia: “Tu Espíritu mueves los corazones de los hombres para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano, y los pueblos busquen la concordia. Con tu acción eficaz puedes conseguir, Dios, que el amor venza al odio, la venganza deje paso a la indulgencia, y la discordia se convierta en amor mutuo”.

Es una buena noticia saber del protagonismo de Dios en el camino de la unidad entre las personas; Él, impulsa constantemente para que se dé el encuentro con los demás, y permite constatar, que el amor auténtico es más fuerte que todos los obstáculos y estimula para forjar esa fraternidad tan anhelada por muchos. Esto, en nada quita todo el esfuerzo y la colaboración que todos debemos poner para lograr ese fin, como me refería precedentemente. ¡Ojalá que en nuestro país lo adversarios se den la mano con sinceridad, se busque la concordia y se trabaje por el presente y el futuro de todos!

También, esta armonía es reclamada con urgencia por toda la creación, nuestra Tierra necesita que la cuidemos y cultivemos con racionalidad, y reparemos todos los daños que le hemos causado. “Es el momento de la justicia restaurativa (...). Es necesario asegurar que los incentivos para la recuperación, que se están desarrollando e implementando a nivel global, regional y nacional, sean realmente eficaces, con políticas, legislaciones e inversiones enfocadas al bien común y con la garantía de que se logren los objetivos sociales y ambientales globales. Es igualmente necesario reparar la tierra. Restaurar el equilibrio climático es sumamente importante, puesto que estamos en medio de una emergencia. Se nos acaba el tiempo (…).

Restaurar la biodiversidad es igualmente crucial en el contexto de una desaparición de especies y una degradación de los ecosistemas sin precedentes” (Francisco). Dios promueve la acción del hombre en la naturaleza creada para beneficiarse de sus frutos, pero también pide que la cuide y le “devuelva algo”, teniendo en cuenta su ciclo de recuperación.

Señor, ¡ayúdanos a forjar la concordia y a ser cuidadores de nuestra Tierra!

Pbro. Alberto Fogar
Párroco Iglesia Catedral
(Resistencia)


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