Armenia está envuelta en una crisis sin precedentes por el rol de las fuerzas militares, que a diferencia de conflictos anteriores esta vez se involucraron en la vida política del país, aunque hasta el momento solo mediante declaraciones y sin presencia en la calle, pese a la denuncia de un intento de golpe de Estado realizada este jueves por el primer ministro Nikol Pashinián, indicaron analistas consultados por Télam.

Las protestas contra el premier fueron en aumento desde noviembre pasado cuando Armenia firmó la derrota en una guerra de seis semanas con Azerbaiyán por Nagorno Karabaj, un enclave de mayoría armenia dentro del territorio que el mundo reconoce a Azerbaiyán y en disputa desde que la caída de la Unión Soviética dejó fronteras muy difusas en la región y un sinfín de reclamos independentistas.

En virtud del acuerdo, una parte importante del territorio que estaba en manos de separatistas armenios volvió a control azerbaiyano, así como varias áreas situadas fuera de la región.

La oposición culpó a Pashinián, un experiodista sin carrera militar, por varios errores en la conducción de la última escalada armada del conflicto y hasta fue acusado en la Justicia por “traición a la patria”, mientras en las calles se multiplicaban las manifestaciones para pedir su dimisión.

Fuentes armenias que no quisieron identificarse para evitar interferir en asuntos internos precisaron a Télam que previo a la guerra ya había un descontento general con el premier ante el crecimiento de la pobreza, el aumento de la desocupación y los ataques a la Iglesia Apostólica armenia, muy importante para el pueblo ya que fue la institución que preservó la nacionalidad durante los siglos de ausencia de un Estado propio.

Dos hechos debilitan hoy a Pashinián frente al poder tradicional armenio, a más de dos años de llegar al Gobierno como cabeza de las protestas contra una élite política acusada de corrupción: es la primera autoridad importante del país que no tiene un vínculo personal o político fuerte con Nagorno Karabaj y no lo respalda un partido político, sino una alianza de agrupaciones surgidas originalmente como organizaciones civiles.

El conflicto con Azerbaiyán, país vecino que contó con el decisivo apoyo de Turquía -un declarado rival de Armenia que aún no reconoce el genocidio armenio de principios de siglo XX- no solo generó enojos por la rendición, sino por las consecuencias que ésta dejó: a más de tres meses del alto el fuego todavía se desconoce la situación de algunos prisioneros de guerra que no volvieron al país y hay una escasa información de los muertos y desaparecidos.

La gota que rebalsó el vaso en Armenia fue la reciente entrevista en la que Pashinián dijo que los misiles rusos de los sistemas Iskander "no detonaron del todo o lo hicieron al 10%" en Nagorno Karabaj en los combates con Azerbaiyán.

Esto cayó muy mal en el Ejército armenio, que mantiene una buena relación con sus pares rusos y que ven su presencia como fuerza de paz en Nagorno Karabaj como una contención ante el apetito declarado de más tierras por parte de Azerbaiyán, confió un dirigente de la diáspora armenia a esta agencia.

El número dos del Estado Mayor, Tigran Jachatrian, se burló de las declaraciones y, como represalia, el premier lo despidió, lo que provocó la reacción de unos 40 oficiales militares que a través de una declaración exigieron la renuncia de Pashinián.

Este involucramiento de las fuerzas militares en la vida política es una novedad en un país que desde su segunda independencia hace 30 años atravesó varias crisis de Gobierno y revueltas, algunas de las ellas muy violentas.

"Nos acercamos a una crisis sin precedentes que amenaza la integridad de las relaciones cívico-militares normalmente estables", dijo Richard Giragosian, director del Centro de Estudios Regionales, un think-tank con sede en la capital Ereván, al canal France 24.

Pashinián analizó esta reacción del Ejército como un “intento de golpe de Estado” y convocó a sus seguidores a manifestarse en la calle. La oposición hizo lo mismo, pero para exigir su renuncia.“Vemos que el primer ministro está reaccionando de forma exagerada”, analizó Giragosian.

“Hablar de golpe de Estado tiene una connotación muy negativa, sobre todo en América Latina”, indicó un analista a Télam comparando la diferencia de los escenarios.

Más allá de esta situación el conflicto existe y una llave que abra la puerta a una salida pacífica la tiene la influyente Iglesia Apostólica, que pidió a las fuerzas políticas que lleven a cabo "negociaciones por el bien de la patria y del pueblo".

El diálogo también puede ser impulsado por el presidente de Armenia, Armen Sargsian, que en una república parlamentaria, tiene un rol más protocolar que ejecutivo.


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