No es un problema en el que muchos destinos de vacaciones inviertan plata o dinero para tratar de solucionar: el tipo equivocado de turista.

Sin embargo, es el reto que enfrenta Amsterdam, donde el número de visitantes ha aumentado más del 60 por ciento en la última década, apuntalado por vuelos baratos, alojamiento económico y la facilidad de viajar a través de fronteras europeas abiertas.

Con sus canales de siglos de antigüedad, centro histórico vibrante y mundo artístico floreciente, Amsterdam se enorgullece de sus riquezas culturales. Pero hay una percepción cada vez mayor de que algunos visitantes están más interesados en actividades menos loables —específicamente la marihuana y la prostitución, que en gran medida son legales.

Femke Halsema, la nueva alcaldesa, visitó la zona roja en la sección De Wallen de la ciudad, en julio. Poco después, su gobierno anunció un conjunto de medidas que buscan frenar las malas conductas.

Incluyen una serie de multas directas, de hasta 140 euros, o unos 165 dólares, por orinar, estar ebrio o escandalizar en la vía pública; limpieza rigurosa de las calles; y la contratación de “anfitriones” adicionales capacitados para dar información y recordar las reglas a la gente: está prohibido beber en la calle y fotografiar a las prostitutas.

En una reciente noche de sábado, Stoofsteeg, un callejón en la zona roja flanquedo por vidrieras iluminadas de rojo, estaba tan abarrotado de turistas que miraban boquiabiertos a las mujeres en exhibición que caminar unos 50 metros tomaba al menos 15 minutos abriéndose paso a empujones.

El año pasado, 20 millones de turistas visitaron Amsterdam. Durante los horarios más ajetreados del fin de semana, hasta 6 mil visitantes por hora pueden pasar —o tratar de pasar— por ese callejón, de acuerdo con la ciudad.

Las medidas para mejorar la experiencia de visitar Amsterdam fueron implementadas a partir de 2016. Tomar las bicicletas cerveceras de múltiples pasajeros (una especie de bar sobre ruedas) al centro de la ciudad quedó prohibido, y se hizo un trato con Airbnb para recabar impuestos del turismo.

Además de las medidas más recientes, hay una campaña publicitaria dirigida a varones británicos y holandeses de 18 a 34 años. Los anuncios les recuerdan a los visitantes que beber y cantar a todo pulmón generará fuertes multas si se hace en la vía pública.

Y la tecnología de geoetiquetado, que utiliza GPS para mostrar la ubicación de un usuario de teléfono celular, ayuda a enviar notificaciones a grupos que van rumbo al centro de la ciudad.

Sin embargo, la ciudad también está apoyando un enfoque de baja tecnología llamado “Aquí vivo”, un movimiento organizado por los residentes.

Edwin Schölvinck, uno de los organizadores del grupo y residente de De Wallen, reconoció que algunos turistas necesitaban portarse mejor, pero aseguró que no quería que se fueran.


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