XXI DOMINGO DURANTE EL AÑO Ciclo C (24/08/19)

Is 66, 18-21; Sal 116, 1-2; Heb 12, 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30

  1. Una convocatoria amplia

Quisiera compartir este fin de semana, algunos ecos de la tarea misionera del mes de la fiesta patronal, animada por la claridad de la Buena Noticia y el esfuerzo de los misioneros en los distintos ambientes de esta zona de la ciudad. Animados por el Espíritu, ellos salen al encuentro de todas las personas, invitan a todos a caminar juntos en la experiencia de la fe y no se desaniman ante las dificultades, sino que siguen multiplicando su creatividad para hacer atractivo el mensaje del Señor. Como bien sabemos, mucho es lo que aprendemos de las personas a quienes encontramos en los distintos recorridos que hacemos, porque Dios ya estuvo mucho antes que nosotros en la vida de todos. ¡Qué bien hace esta presencia vivificante en la sociedad, para no perder la calma en estos momentos y seguir adelante sin desanimarse!

La lectura de Isaías presenta el gran deseo de Dios, que todos encuentren plenitud en sus vidas, se sientan convocados para formar un pueblo y se comprometan para dar testimonio de esa experiencia; expresa: “Así habla el Señor: Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones extranjeras, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones”. ¡Todos son convocados por Dios, hasta las naciones más lejanas!, sale al encuentro de todos sin distinción. Inspirados por esta actitud, también nosotros, tenemos que descubrir y valorar las riquezas que hay más allá de nuestros grupos, en otras personas; estar atentos a los que llegan a la comunidad y quieren cooperar para construirla, y también, los que contribuyen para una sociedad mejor. Este pasaje nos dispone a estar abiertos para aprender de los demás, de los jóvenes, de los que vienen de lejos, de los extraños, de los pobres, de los que no conocemos, porque tienen mucho que enseñarnos; de todos podemos aprender y aprovechar las oportunidades. En los tiempos que vivimos, se requiere mucha disposición para la apertura y para superar los miedos, complejos o escrúpulos de trabajar con el que piensa o vive de otra manera.

¿Qué necesitamos para brindar más espacios de participación a todos, sin excluir a nadie? En nuestros ambientes, ¿facilitamos el acceso para que todos se sientan con confianza o ponemos distancia?, ¿nos animamos a trabajar con el que piensa distinto o es de otro grupo social?

El final de evangelio de Lucas, manifiesta esa idea haciendo una convocatoria amplia y allana el camino a todos, nos dice: “Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.”  Hoy, “la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre (...). De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. (…) A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (Evangelii Gaudium, 47).

Dios no pone trabas en el camino de la salvación, bien sabemos que nos proporciona lo que necesitamos para no retrasar nuestra marcha, nos anima a levantarnos cuando estamos cansados; siempre su Espíritu nos impulsa a seguir y nos alienta permanentemente, porque el amor de Dios consuela, reconforta y ofrece esperanza.

Expresemos con el Salmo de hoy, nuestra gratitud al Señor por su amor a todas las personas: “¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos!”

  1. ¡Sin miedo!, ¡con decisión y audacia!

Queremos renovar nuestro compromiso para ir más allá de las “fronteras” y a “territorios desconocidos”, a continuar convocando a todos y contagiar la alegría que atrae y alienta. En esta misión parroquial, no nos queremos quedar solamente con los más cercanos, salimos al encuentro de aquellos que están más lejos y esperan nuestra presencia. Recordemos estás palabras que nos ponen en dirección a los demás: “No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor. Y nos invita a ir sin miedo con el anuncio misionero, allí donde nos encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es bueno y oportuno compartir la alegría del Evangelio. Así es como el Señor se va acercando a todos. Y a ustedes, jóvenes, los quiere como sus instrumentos para derramar luz y esperanza, porque quiere contar con vuestra valentía, frescura y entusiasmo. (Christus Vivit, 177)

Es motivo de mucha satisfacción, la salida misionera de niños, jóvenes y adultos que visitan a las familias y los sectores de la comunidad. Esto, busca con sencillez hacer presente en la historia los valores auténticos, las buenas actitudes y los gestos humanos que edifican a los demás, los que generan un futuro con esperanza; es lo que pedimos en la Oración a Nuestros Patronos: “Te pedimos por intercesión de ellos ser valientes misioneros del Evangelio, solidarios con los más pobres, y trabajar por una vida social inclusiva y fraterna”. ¡No podemos dejar de confiar en la fuerza de la Palabra, que contribuye positivamente en la sociedad!, porque es capaz de tocar el corazón de las personas y provocar los cambios que esperamos.

Para abarcar a todos en la misión, no pueden quedar afuera los más pobres; por eso, una de las opciones de la comunidad es la tarea social, porque percibimos y sentimos que no podemos hacer presente cabalmente el Evangelio, sin una decisión clara de trabajar por nuestros hermanos más excluidos de la sociedad. En este sentido, Brochero nos dejó un testimonio muy elocuente, anduvo por las calles visitando enfermos, se contagió de lepra; salió a “primerear” con el amor de Dios que sentía en su corazón; muchos lo disuadían de realizar esta tarea, pero nada lo detuvo. Y así, acercó a los leprosos la Buena Noticia, “se jugó la vida por ellos”, nos dice el papa Francisco hablando de él. Su ejemplo nos estimula a sumarnos a todas las iniciativas de voluntariado social y a tener gestos concretos de solidaridad. ¡Apoyemos estos emprendimientos, para ayudar al que no está bien y espera una mano fraterna!

“Con la ayuda de María Inmaculada y dispuestos a colaborar de nuestra parte, caminamos con alegría y esperanza, sin detener nuestros pasos”.

¡Alentémonos para no menguar nuestra marcha!

Pbro. Alberto Fogar

Párroco Iglesia Catedral

(Resistencia)

 


COMPARTIR