Luciana Rosso tiene apenas 15 años y ya cuenta con su primera novela. Lizandra, Semillas de Luna se publicó el año pasado y fue presentada recientemente en el Colegio José María Paz, al que asiste. Sus compañeros no sabían su veta como escritora y cuando se enteraron, lo primero que le preguntaron sorprendidos fue, “¿¡Qué hiciste!?”

“Para mí fue lo más, porque fue mi primer objetivo, presentarla en el colegio y llevarla a los jóvenes. La escribí para ellos. Fue mi principal objetivo y motivación, escribir una novela que fuera para los jóvenes”, dijo.

¿Por qué? porque durante el proceso de escritura estaba leyendo novelas juveniles, las que le resultaban “muy superficiales e inmaduras”, ya que notaba que los autores trataban a los jóvenes “como sin capacidad de pensar, sin intereses ni objetivos”.

“Entonces yo me decidí a cambiar todo esto y a aportar mi propia visión de todo”, sentenció.

Y mal no le fue. El resultado, lejos de quedarse con la mera espontaneidad y expresividad típica de los adolescentes, la novela tiene una profundidad tal que hasta fue analizada por un profesor de letras, Marcelo Caparra, quien también estuvo a cargo de la presentación de la misma.

En palabras del mismo Caparra: “….la novela es en sí misma un umbral que nos traslada del universo cerrado, (por momentos opresivo), de la mitología y del registro maravilloso a una posible lectura más realiza, historizada y coyuntutal. De la magia de la niñez a la sangre y al barro de la historia, la heroína quiere subjetivarse, crecer, emanciparse, pero es no es posible sin cortar antes las cadenas del prejuicio, sin matar al troglodita temeroso que todavía pervive en nosotros, sin abolir la supremacía criminal del orden machista y patriarcal, (el patriarcado siempre violento y criminal)”.

En sí, Lizandra Semillas de Luna, según su autora “es una novela de aprendizaje, que le permite traspasar umbrales a otros mundos y eso es lo que más se relaciona con mi vida”. Es que Luciana desde pequeña fue muy curiosa, lectora y una persona que prestaba mucha atención. “Mi mamá me decía que tenía mucha memoria, porque cada vez que me contaban un cuento yo me lo imaginaba todo”. A eso de los 6 años comenzó a escribir, y a los 11 empezó su novela, sin pensar siquiera en publicar. Lo que sucedía era que estaba madurando, trabajando en su obra.

Para ello había leído mucho sobre leyendas y mitos, pero también sobre teorías científicas porque allí se trabaja el traspase a distintos mundos, umbrales, que no solamente se dan en el cosmos, en el universo, sino también en lo interno, en lo personal. “Es un ritual de iniciación permanente”, dijo.

Luciana insiste en dejar en claro que el principal objetivo fue darle voz a los jóvenes y no ser solamente representados por los adultos. “A veces somos marginados somos el peor lado de la sociedad cuando en realidad es todo lo contrario, nosotros tenemos muchísimo potencial y muchísimo talento. Y queremos levantar nuestra voz. Queremos que se nos escuche y a veces no nos animamos por el simple hecho de que nos sentimos menos por ser jóvenes”.


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