Este 17 de agosto se celebrará el 167º Aniversario del fallecimiento del Libertador de América, el General José de San Martín, quien fue uno de los próceres más relevantes de la historia argentina.

En nuestro país es reconocido como el “Padre de la Patria” y, tras su gesta libertadora, se erigió como un eslabón insoslayable en el proceso de construcción de nuestra identidad nacional. Todos coinciden en que su muerte se produjo a causa de una úlcera en la tarde del 17 de agosto de 1850 en Boulogne- Sur- Mer, Francia. Junto a él estuvieron su hija Mercedes y su yerno, Mariano Balcarce.

El escritor e historiador, Vidal Mario, visitó la redacción de Primera Línea para referirse a varios aspectos de la historia del máximo prócer argentino, haciendo foco en cómo transitó sus años desde su ida del país a Europa en 1824.

Pero fue más allá de los datos históricos y analizó: “El mejor homenaje que se le debería rendir es el de seguir su ejemplo, pero vemos que la dirigencia política jamás ha tomado para sí ni respetó el legado moral que dejó. No basta con ir a una plaza, cantar el himno y decir unas palabras laudatorias en su memoria cuando lo que menos se hace es seguir sus huellas”.

“Fue un genio militar, un hombre que se jugó por su Patria y ella le pagó mal. Terminó lejos de su patria como nunca lo hubiera querido”, describió. Señaló que a José de San Martín desde que partió del país lo persiguió la nostalgia, ya que su proyecto original nunca contempló el irse para siempre del país.

Según relató Vidal Mario, San Martín decidió irse de Argentina en 1824 a raíz de “la famosa grieta entre unitarios y federales”. “Cuando regresó del Perú su idea era quedarse a vivir en Mendoza, en una chacra que poseía a 40 kilómetros de la capital mendocina. Quería traer a su hija que vivía con sus abuelas en Buenos Aires y llevar una vida tranquila, pero no lo dejaban. Su idea nunca fue irse para siempre del país. Él decía: ‘Me voy y regresaré para cuando se calmen las aguas en ese semillero de intrigas’ (en referencia a Buenos Aires)”, indicó el escritor.

En su primer viaje a Francia, San Martín estuvo sólo 12 días en ese país europeo y se vio obligado a trasladarse a Bruselas, Bélgica.

Intento de regreso

Transcurridos cinco años de estadía en el viejo continente, en 1829 la nostalgia pudo más y zarpó hacia Mendoza en un barco inglés. “Llegó en el peor momento del país, porque en ese momento estalló una revolución civil, así que todos se bajaron del barco menos él. Pero su presencia se filtró y corrió como reguero de pólvora en Buenos Aires. La prensa unitaria lo trató de cobarde y por ello decide irse a Montevideo, donde lo trataron como un héroe uruguayo y lo llenaron de honores”, detalló Vidal Mario.

Pasó el tiempo y San Martín emprendió el regreso a Bruselas, lugar que también abandonaría luego de que se desatara una revolución violenta en extremo en esa ciudad. En esa oportunidad se refugiaría una vez más en Francia, esta vez en Gran Bourg.

Sus últimas horas

A comienzos de agosto de 1850, ya en Boulogne Sur Mer (Francia), el final de los días de José de San Martín se divisaba en el horizonte. El 17 de ese mes, tuvo un ataque de fuertes dolores de úlcera, por lo que debió ser atendido de urgencia por su médico personal.

“Cuando tuvo ese acceso de fuertes dolores, se encontraba en la habitación de Merceditas quien le leía los diarios, esa era una de sus tareas. En la casa también estaba su yerno”, precisó el escritor.

Cuando parecía que sus dolores se habían aliviado, éstos regresaron con mayor fuerza, al punto de causar la muerte del General. “Ese día pareció mejorar, así que volvió a pedirle a su hija que lo llevara a su cama. Esa mejoría se debió a que su médico le suministró opio. Pero momentos después tuvo una convulsión y su alma voló a su inmortalidad”, describió.

 


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