"Gracias por tanta conciencia, por tanto coraje. Gracias por hacerme presidente de mi patria amada. Gracias pueblo de Venezuela". Pese a la locuacidad de Nicolás Maduro, la realidad política venezolana pulverizó en pocas horas lo que en otro país se consideraría una victoria rotunda e incontestable.

La firmeza del Frente Amplio Venezuela Libre y el desconocimiento del opositor disidente Henri Falcón se sumaron a las calles semivacías como síntoma del limitado apoyo popular del chavismo. Después llegaron las contundentes reacciones internacionales, más firmes aún si cabe tras el recital de ventajismo, irregularidades, compra de votos y alta abstención de la jornada electoral.

Presión internacional que dificultará aún más las finanzas del gobierno bolivariano. "La principal consecuencia es que será mucho más difícil operar en el hemisferio occidental a individuos y empresas de Venezuela vinculados a actos de corrupción, lavado de dinero y otros ilícitos", dijo el internacionalista Mariano de Alba.

"El desconocimiento de la comunidad internacional ha sido rotundo, porque nadie cree lo que dijo el CNE [Consejo Nacional Electoral]. Quedó claro que Maduro es minoría y que en Venezuela no hay árbitro electoral imparcial", subrayó Julio Borges, expresidente del Parlamento. La Unidad Democrática anunció ayer que seguirá luchando por unas elecciones libres y transparentes en el último trimestre del año, un objetivo que comparten con el derrotado Henri Falcón, que no pudo convencer a la gran masa electoral opositora.

Poco importó la contundencia del segundo boletín oficial del CNE, que ayer confirmó lo adelantado anteanoche: el candidato revolucionario se habría impuesto con el 67,7% (6.190.612 votos), aventajando al opositor disidente Henri Falcón, con el 20,9% (1.917.036 votos).

Con semejante diferencia electoral, un presidente electo estaría de fiesta todavía. Pero más allá de la falsa euforia de sus más cercanos, el "hijo de Chávez" sabe que las espadas políticas siguen en lo alto. De momento, una de sus mayores ventajas continúa siendo la disparidad de criterios de todos los que no comulgan con la revolución, aunque la ONG de derechos humanos Provea lanzó ayer a la opinión pública un reto: la conformación de un movimiento de calle que exija su renuncia.

En cambio, el evangélico Javier Bertucci, que se quedó muy cerca del millón de apoyos y superó el 10% del escrutinio gracias al "milagro" de las sopas que repartió por todo el país, dio ayer un nuevo giro de tuerca. El pintoresco pastor, quien anteanoche llamó a repetir las elecciones, rectificó para reconocer la victoria de Maduro, perdido en un laberinto de explicaciones más complejas que la Santa Trinidad.

"Fue una inmensa victoria del pueblo de Venezuela el día de ayer. Fue un victoria épica", arengó el ministro Jorge Rodríguez. Rusia, China, Cuba, Bolivia, Nicaragua e Irán mantienen su total respaldo a su aliado bolivariano.

El problema para la revolución es que al pueblo no se lo vio el domingo por ningún lado. La participación del 46%, según el CNE, se queda 33 puntos por debajo del nivel habitual en unas presidenciales. La aritmética confirma que Maduro solo contaría hoy con el 29,9% de los votantes del padrón, frente al 32% de la abstención, una vez descontado el 21% que no vota nunca.

"Y la cifra está hinchada", puntualizó Borges, como ya ocurrió durante las votaciones para la Asamblea Constituyente, cuando la empresa totalizadora Smartmatic alertó al mundo de que se habían inflado los resultados con al menos un millón de votos, en el "mayor fraude electoral de la historia de América Latina", según la secretaría general de la OEA.


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