Hay un consumo que sube en la Argentina pero que, en lugar de alegrar por ser síntoma de buena salud de la economía, causa alarma. Es el que se refiere a los psicofármacos, que ha pasado de los 2580 millones de pastillas que se tomaban en 2012 a los 3720 millones de 2017, según datos del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb). Es decir, que en el país se consumen 86,51 unidades per cápita al año.

El dato no es menor: ocho millones de argentinos usan psicofármacos para tratar la ansiedad, el insomnio, el nerviosismo y la depresión. En efecto, siempre según Safyb, en 2017 se prescribieron 99 millones de recetas y dispensaron 124 millones de envases de 30 comprimidos, incluyendo el 20% que se vende por fuera de la farmacia (Internet, venta callejera, boliches). El precio promedio por envase es de $179 (por lo que el negocio total genera una facturación de unos $22.196 millones).

En tiempos de crisis se venden más que la aspirina, según comentan farmacéuticos y bioquímicos. Hay que tener en cuenta que las obras sociales cubren entre el 30% y el 50% del costo. "Las mujeres consumen más que los hombres y hasta se vuelven adictas a Diazepam y Clonazepam. Los consumidores sufren cambios de personalidad que oscilan entre el suicidio y el instinto asesino, por eso debe evaluarse muy bien el riesgo y el beneficio, antes de tomarlos", destacan desde Safyb.

Tomar estas drogas en forma sostenida puede provocar alucinaciones, manías, delirio y agresividad. En tanto que suspenderlas causa abstinencia o dolor muscular y estomacal, pánico, irritabilidad, agresión, ideas suicidas e impulso por matar. "No solo mantienen dopada a la sociedad, sino que suelen emplearse para delinquir, por lo que se requieren políticas firmes relacionadas con su comercialización, prescripción y utilización", advierten desde Safyb.


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