Fernandito había estado esperando a Claudia S.E., su mamá, presa desde hacía un año en Salta por haber intentado pasar por la frontera cocaína para pagar la quimioterapia de su hijo.

El nene, de 13 años, aguantó todo lo que pudo. Y logró reencontrarse con ella, después de que la Justicia le permitió salir y volver a Bolivia temporalmente para estar con él. Estuvieron juntos casi cinco días. Finalmente el nene murió.

Fue este miércoles cerca de las 20, en su casa de la ciudad de Montero, a 50 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra. Su vida se apagó mientras él estaba como había soñado, de la mano de su mamá Claudia y rodeado por su abuela, sus tías y sus tres hermanas (Sheila Jazmín, de solo cuatro meses, nació en la prisión).

Su médica, María Estela Coleoni Suárez, del Instituto Oncológico del Oriente Boliviano, confirmó a Infobae la noticia. "Acaba de caer un gran luchador contra el cáncer, un guerrero valiente", comentó.

Fernando había pedido la semana pasada abandonar el hospital y volver a su casa. Coleoni Suárez contó a este medio que había pedido "morir en su casa", pero estaba esperando a su mamá.

Cerca de la siete de la tarde de ayer su estado se complicó. Un equipo médico del hospital Alfonso Gumucio Reyes de Montero llegó para auxiliarlo pero la vida del nene, conocido en su barrio como "El Chumita", se estaba apagando.

En septiembre de 2017 le habían encontrado un tumor en un hueso de su pierna derecha. En octubre, su mamá -que trabajaba de empleada de limpieza en casas de su ciudad- no tenía dinero para pagar el tratamiento y decidió someterse al negocio narco. Le dieron dos valijas con poco más de un kilo de cocaína para pasar a Argentina. Debía entregarla en el barrio porteño de Liniers y recibiría 500 dólares a cambio.

Sin embargo, un control de Gendarmería en la ciudad jujeña de Ledesma frenó el remís en el que viajaba hasta Orán y detectó la cocaína en 40 paquetes escondidos en un doble fondo. Claudia quedó detenida el 27 de octubre de ese año, acusada del delito de transporte de sustancias, que tiene una pena de hasta 15 años de prisión.

Ella admitió su culpabilidad ante el juez Ernesto Hansen y explicó la situación de su hijo. No sirvió para que la perdonaran. El magistrado pidió su procesamiento y ordenó su prisión preventiva. Claudia estaba embarazada y dio a luz cuatro meses después en la unidad penal para mujeres de General Güemes, en Salta.

Infobae contó su historia la semana pasada, cuando los días de Fernando estaban contados. Menos de 24 horas después de la primera de las notas, y después de seis meses de esperar una resolución, el juez Hansen le permitió a Claudia viajar a Bolivia y estar con su hijo durante 30 días. Luego deberá volver a prisión y esperar el juicio.

"Lo hice porque estaba desesperada. Yo no tenía recursos. Tuve que hacer esto para poder curar a mi hijito pero todo salió mal y me quedé aquí y mi mamá lo estuvo llevando (al médico) pero se empeoró y le amputaron", relató desde prisión, entre sollozos, a Infobae.

"Puede entenderse que mi asistida causó un mal, pero con la intención de evitar otro mayor –la extrema pobreza de ella y de sus hijos que impedía, a su vez afrontar los gastos del tratamiento y quimioterapia al que debía ser sometido su hijo– que les había sido ajeno", relató su abogado defensor oficial, Andrés Reynoso, en la apelación ante la Sala 2 de la Cámara de Apelaciones de Salta, integrada por los jueces Guillermo Elias, Mariana Catalano y Alejandro Castellanos, quienes horas antes del permiso de Hansen ratificaron el procesamiento, la prisión preventiva y un embargo por 20 mil pesos.

Fernando padeció un osteosarcoma de fémur derecho. La progresión de su enfermedad fue demasiado rápida, con metástasis pulmonares múltiples y gigantes. "Le están produciendo compresión y gran dificultad respiratoria, acompañado de un derrame pleural de tipo tumoral, por lo cual está con drenaje de tórax y con máscara con reservorio, internado en la terapia intensiva de nuestro hospital", había contado su médica.

Finalmente Claudia llegó a Bolivia el viernes por la noche. Después de un viaje en micro que duró 24 horas, entre la cárcel de General Güemes, en Salta, y su casa de Montero, Claudia S.E. se reencontró con Fernando.

El nene dormitaba. Se había enterado unas horas antes, de boca de su abuela, de que su mamá finalmente había logrado el permiso. Estaba ansioso. Un rato antes de dormirse, les había pedido a todos los que lo visitaban que se fueran. Quería esperar a su mamá solo.

"Cuando entré estaba dormidito, caidito, levantó la cabecita y me miró y me dice 'no llores, mi mamá, no quiero que llores, yo ya no quiero llorar'", contó Claudia a Infobae entre sollozos.

"'Estoy bien, ¿no me ves bien? Estoy tranquilito'. Eso fue lo que me dijo. Me da mucha pena. Y yo me puse mal. Pero estoy tranquila. No imaginaba que iba a poder estar acá, estaba rezando y pidiendo que respondiera el juez", comentó Claudia días atrás.

Su infierno sigue. Salvo que haya alguna novedad que reformule la decisión judicial, Claudia deberá volver a la prisión de General Güemes y esperar una condena. Como el 41% de la población carcelaria femenina, Claudia no es narcotraficante: es el eslabón más bajo de una cadena perversa.

"Gracias, por favor ayúdenme, quiero quedarme acá por mis otras hijas, por favor", suplicó Claudia a este medio, después de despedirse de Fernando.


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