Jair Bolsonaro puede bloquear la incesante negociación que Mauricio Macri empuja desde hace casi tres años para lograr un acuerdo histórico entre el Mercosur y la Unión Europea.

Bolsonaro relativiza la diplomacia multilateral y el libre comercio como ejes básicos de la agenda global del siglo XXI, y su probable designación presidencial pone en jaque una construcción institucional con capacidad para mejorar la influencia mundial del Mercosur a través de un amplio tratado con Europa.

"Esperemos a que sea designado candidato electo, para saber y conocer sus planes de gobierno", aseguró el canciller Jorge Faurie, cuando se le preguntó acerca de la posición de Bolsonaro respecto al acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.

Faurie conoce todos los secretos de la diplomacia y contestó con una frase de manual para ganar tiempo. El canciller sabe que Bolsonaro es una incógnita y la apuesta del bloque regional es desplegar una operación de lobby económico para convencer sobre la importancia estratégica del tratado internacional al militar nacionalista que puede suceder a Michel Temer.

Bolsonaro tiene escaso conocimiento de política exterior y su entorno está integrado por una extraña mezcla de militares que defienden la represión ilegal, religiosos que ofrecen el paraíso por televisión y un puñado de empresarios que lideran la elite brasileña. Estos empresarios –que tienen su base territorial en San Pablo-, apuestan por el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur y se han comprometido a moldear la agenda internacional del candidato militar que discrimina a las mujeres, a los negros, a los gays y a los pueblos originarios del Brasil.

Hace unas horas, el lobby de San Pablo ya cumplió con su primera promesa, que consistía en evitar que Bolsonaro reiterara su posición de implosionar al Mercosur a cambio de establecer una táctica diplomática basada sólo en acuerdos bilaterales. "El Mercosur tiene su valor, pero fue desfigurado por el PT. No abandonaré el Mercosur pero no será guiado por cuestiones ideológicas", aseguró Bolsonaro durante una conferencia de prensa que ofreció en Río de Janeiro.

En la perspectiva internacional que puede desplegar Bolsonaro –influido por su formación nacionalista-, será una ardua tarea para los empresarios de San Pablo explicar al posible presidente del Brasil que un acuerdo Mercosur-UE implica un salto cualitativo para la región y una oportunidad histórica para sus países socios. Bolsonaro cree que la asimetría entre la Unión Europea y el Mercosur puede complicar a la industria brasileña y aún es imposible determinar qué intentó decir cuando mezcló la ideología del PT con la mirada de libre comercio que impone Macri a las conversaciones entre los dos bloques geopolíticos.

El presidente argentino apuesta al anuncio político de la firma del acuerdo durante la cumbre del G20 en Buenos Aires. Su colega Temer coincide con Macri y ambos resolvieron avanzar con la negociación del tratado, pese a que Bolsonaro aún es remiso a avalar un acuerdo entre el Mercosur y la UE. Macri y Temer sostienen que hay una "ventana de oportunidad" hasta la culminación del G20 –1° de diciembre—y apuestan al lobby de San Pablo para lograr que finalmente Bolsonaro homologue un acuerdo con Europa que sería histórico para el Cono Sur.

Mientras los presidentes Temer y Macri están conjurados para lograr este tratado, la Unión Europea continúa explicitando sus reclamos técnicos. Hace unos días, Cecilia Malmström –a cargo de la Comisaría de Comercio de la UE—remitió a los cancilleres de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay una carta reservada detallando qué temas técnicos aún están pendientes de negociación. En esa carta, dos carillas de texto entrelineado, la comisaria insiste con las diferencias respecto a la industria automotriz, la producción láctea, la denominación de origen y el comercio marítimo.

Para Faurie no hay novedades en la misiva firmada por Malmström, pero al canciller le llamó la atención que desde Bruselas se insista con un pliego técnico cuando Argentina y Brasil –en representación de Uruguay y Paraguay—están instando a una inmediata definición política. Si Bolsonaro llega al poder antes del anuncio político del acuerdo, casi tres años de compleja negociación bilateral pueden transformarse en una anécdota diplomática.

Faurie, el ministro Dante Sica y el canciller brasileño Aloysio Nunes se encontraron con Malmström en Mar del Plata para acordar una hoja de ruta política, frente al reclamo de la línea burocrática de la UE que siempre pone foco en los volúmenes exportables que aportaran cada uno de los socios del acuerdo.

Malmström coincidió con los ministros del Mercosur y se comprometió a contener las exigencias de la burocracia europea. Sin embargo, a los pocos días del encuentro en Mar del Plata, la comisaria de Comercio trocó su conocida sonrisa negociadora por una fría carta protocolar que otra vez privilegia los términos económicos por encima de la decisión política.

Durante una reunión de los presidentes del Mercosur en Nueva York, se resolvió cerrar filas y elevar a Malmström una última propuesta. Esa propuesta será negociada por los cancilleres de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay durante una cumbre que se desarrollará en Montevideo. La cita es el próximo 15 de octubre y la decisión es evitar las pérdidas de tiempo para aprovechar las escasas semanas que aún quedan hasta la Cumbre del G20 en Buenas Aires.

Si los cancilleres del Mercosur cumplen su cometido, Malmström recibirá una oferta final en su despacho de la Unión Europea antes de que concluya octubre. Macri y Temer no tienen problemas en viajar a Bruselas para protagonizar un anuncio que sería importantísimo. Todo dependerá del presidente francés Emmanuel Macron y de la canciller alemana, Ángela Merkel. Si ellos ponen proa hacia delante, el acuerdo Mercosur-UE será un hecho. En cambio, si dudan por un instante, Bolsonaro y su peculiar mirada internacional congelará un probable acuerdo bilateral que puede cambiar la historia comercial del siglo XXI.


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